Estamos
caminando con Jesús en el desierto a su cruz durante los cuarenta días de
Cuaresma. La Iglesia
nos llama a practicar las disciplinas de oración, ayuno, y obras de caridad
para tener una experiencia profunda en este viaje con Jesús. Tal vez,
en estas semanas de Cuaresma, podemos tener una experiencia muy eficaz y muy
edificante. Pero,
muchos de nosotros estamos en un lugar en nuestra vida donde estamos perdidos,
donde estamos buscando la presencia de Cristo en nuestra vida, y no podemos
encontrarlo en ningún lugar. Es un lugar
de frustración y confusión.
Pero,
necesitamos una respuesta a este mensaje que Dios nos da. El
salmista contesta – “Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo
espíritu.” El
salmista es humilde y arrepentido. El
reconoce la autoridad de Dios en su vida. El
reconoce sus culpas y quiere su perdón. El quiere
cambiar su vida – cambiar su manera de vivir. Podemos
orar las palabras de este salmo cuando queremos arrepentir de nuestros pecados,
de nuestros delitos. Podemos
orar estas palabras para pedir una conversión al Señor, para implorar su
misericordia y su compasión.
En la
realidad de nuestra vida, en la realidad de nuestros pecados y nuestros
sufrimientos, no podemos olvidar la realidad de Cristo en estas semanas de cuaresma. No podemos
olvidar nuestro Señor, que se hizo hombre, que vivió y sufrió y murió y
resucitó para salvarnos y redimirnos. En la luz
que Cristo llevó a nuestra vida, tenemos una participación en su resurrección y
en su vida eterna.
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