Para creer
en Jesucristo no es algo muy fácil en nuestro camino de fe. Para ser
discípulo de Cristo no es una decisión que podemos hacer sin
consecuencias. Podemos
mirar que dice en el Evangelio de hoy: “El que cree en El, no será condenado.
Pero el que no cree, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de
Dios.” Son
palabras muy fuertes. No es un mensaje
suave.
“Porque
tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” Este verso
del Evangelio de Juan es tal vez el verso mas conocido de la Biblia. Podemos
decir en la luz de este mensaje de Dios que no somos capaces por nosotros
mismos de justificarnos en nuestra fe cristiana. No somos
capaces de santificarnos o de salvarnos. Necesitamos
decir también que necesitamos entender sin reservación que nuestra salvación
depende primeramente de Dios – de un don de El – de una acción de gracia de El.
Pero,
tenemos responsabilidad en nuestro camino de fe también. Nosotros,
como seres humanos, tenemos una participación en la vida de fe, en el Reino de
Dios. Tenemos
que dar respuesta a todas las gracias que Dios nos ha dado. Nuestra
participación en cuaresmo, nuestra acompañamiento con Cristo en su vía cruces,
en su 40 días en el desierto, es una manera para vivir nuestra fe, es una manera
para dar gracias a Dios y para reconocer la autoridad de Jesucristo en nuestra
vida.
Me gusta
mucho el mensaje que San Pablo nos da en la lectura de la carta a los efesios
hoy día. “La misericordia y el amor de
Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y
El nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya hemos sido
salvados.” En la
misericordia de Dios, en su amor, estamos caminando con Jesús esta cuaresma. Cuando
estamos cayendo en nuestro camino, cuando sufrimos, estamos con Cristo en su
camino. Si, por
pura generosidad de Dios, hemos sido salvados.
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