Saturday, December 28, 2013

12/29/2013 – La Sagrada Familia – Sirácide 3,2-6, 12-14, Colosenses 3,12-21, Mateo 2,13-15, 19-23

      En nuestro mundo, muchas personas piensan que la celebración  de Navidad termina con la misa en el 25 de diciembre.  Pero, en realidad, la Navidad es un tiempo litúrgico en nuestra Iglesia muy rico con muchas celebraciones – y empieza con las misas de la Noche Buena y del día de Navidad.  En este tiempo de Navidad celebramos la Sagrada Familia, María – la Madre de Nuestro Señor, la Epifanía – que es la celebración de los tres reyes magos, y el bautismo de Nuestro Señor.  Hoy, en nuestra celebración de la Sagrada Familia – María, José, y Jesús – escuchamos el Evangelio de San Mateo, y pensamos en el cuarto domingo del Adviento, cuando escuchamos sobre la visita del Ángel de Dios a San José sobre la nacimiento de su hijo que viene. Hoy, escuchamos sobre la visita del Ángel a San José en un sueno otra vez, con instrucciones que él necesita hacer para proteger a su familia.  Cuando reflexionamos en la fiesta de la Sagrada Familia, probablemente pensamos en la harmonía de nuestras familias.  En las otras lecturas de hoy, escuchamos sobre las características que debemos tener en nuestra familia.  Sirácide dice que debemos tener el respeto y la reverencia con nuestras familias, que necesitamos obedecer a nuestros padres.  También, San Pablo nos explica que como miembros de una familia de fe, debemos mostrar la compasión, la humildad, y la paciencia a nuestro prójimo.
      Hay una palabra que podemos mirar en esta celebración hoy día – es la palabra “santo.”  Celebramos la Sagrada Familia hoy – pero que significa para ser “santo?”  Usamos la palabra “santo” en nuestras vidas – cantamos el “Santo Santo” en la misa cada domingo en la misa – pero tal vez no estamos seguro en el significado de la palabra “santo” para nosotros como seguidores de Cristo.  Muchos creyentes podemos creer que “santo” significa “ser aparte del mundo.”  O pensamos que para ser santos, necesitamos orar de rodilla todo el día.  Para ser “santo” no significa que caminamos todo el día con un aura, que  no podemos tener diversión en nuestra vida.  Para vivir una vida santa, no necesitamos estar estoicos, pero para ser santos, esta característica de santidad puede refinar y definir nuestra identidad como seres humanos.  Para ser santos, no necesitamos negar nuestras emociones – ser santos eleva nuestras emociones.  En muchos sentidos, una persona santa es la persona mas gozosa del mundo.
      En nuestro viaje de fe como católicos, tenemos la llamada de asistir a la misa cada domingo, de orar y formarnos en nuestra espiritualidad, y de hacer obras de caridad y misericordia como frutos de nuestra fe.  Pero, nada de eso es la definición de santidad.   La santidad es la manera que podemos responder a la llamada de Dios, la manera que el Espíritu Santo nos guía en nuestro camino.  Dios guiaba a María, José, y Jesús en su llamada para ellos, en su viaje a Egipto y a otros lugares como parte del plan que Dios tiene para ellos, en su regreso a Nazaret donde Jesús creció con sus padres en la fe judía.  En el espíritu de María, José, y Jesús, en el espíritu que ellos vivían en santidad, tenemos esta llamada de santidad también, para vivir cada momento en nuestra vida en esta llamada, para vivir en la meta de ser discípulo de Cristo en el frente de nuestra mente.  En santidad, rendimos a la voluntad de Dios en nuestro deseo de recibir esta santidad como don de Dios.  En nuestra llamada de santidad, uno de las cosas mas importante es para conocer cuando necesitamos decir “si” y cuando necesitamos decir “no” en nuestra vida. Como María, José, y Jesús, en la manera que ellos vivieron en santidad, seguimos nuestro camino en todas sus dificultades, en todas sus luchas, y en todas sus tensiones, pero como reflexión de la fidelidad que tenemos en la voluntad de Dios.

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