Friday, December 13, 2013

12/15/2013 – Tercer domingo del adviento – mateo 11, 2-11

      Hoy es el tercer domingo del adviento.  Es el domingo de Guadete, llamado así por la primera palabra en latín del Introito de la Misa. Gaudete, es decir, “regocíjense”.  El mensaje de regocijar en nuestra vida no viene del gozo en las cosas materiales del mundo, pero del gozo en la manera que preparamos un camino de fe en adviento.  El adviento es un momento de preparación en nuestro año litúrgico. Entonces, es un poco extraño que en este domingo de Guadete escuchamos sobre Juan el Bautista encarcelado.  Juan mandó a sus discípulos para pregunta a Jesús si él era de veras él que había de venir, o si debían esperar a otro.  Es extraño porque Juan hablaba el domingo pasado con mucha confianza, proclamando que todo el mundo necesitan arrepentirse porque el reino de Dios está cerca, que Juan bautizaba el pueblo con agua, pero él que viene bautizará con fuego y con el Espíritu Santo. 
      ¿Tenía Juan dudas de la identidad de Jesucristo?  ¿O tenía mucha tensión en su vida en la cárcel?  ¿O Juan cambiaba sus ideas sobre el Mesas y profundizaba su creencia en Cristo?, porque Juan y el pueblo de Israel esperaban el Mesías como líder del ejercito. Pero, las pruebas que Cristo dio a Juan y a sus discípulos eran diferentes – eran la curación de los enfermos, los ciegos, los cojos, y los leprosos. 
      El tiempo de adviento es un tiempo de espera.  Y en adviento, tenemos la llamada de transformarnos y arrepentirnos.  Con el mensaje de Juan el Bautista que tenemos hoy, tenemos la llamada de reconocer nuestra vulnerabilidad, para hablar con Dios en la realidad de nuestra vida.  Es verdad que no conocemos las cosas que viven en los corazones de los hombres.  Podemos mirar alguien con una carrera buena, con una familia muy querida, y con una educación buena.  Pero, si esta persona habla con toda sinceridad, puede decir que se siente solo, que tiene luchas con una adicción, o no tiene ni mucha confianza ni tiene mucha autoestima. 
     Como sacerdote, trato de predicar la palabra de Dios con honestad en la realidad de nuestra vida, para aplicar su palabra en nuestro mundo moderno.  El domingo pasado, fui a la clase de confirmación donde los jóvenes tenían la oportunidad de hacer preguntas, como – ¿A veces, tienes el deseo de casarse?  ¿Tiene dudas en su fe?  ¿Por qué te gusta servir como sacerdote?  Estas preguntas son muy buenas, y a veces, no son fáciles para contestar.   A veces, luchamos con nuestras dudas.   A veces, tratamos de hacer algo y no sucedemos.  A vences, estamos vulnerables, estamos heridos.  A veces, no tenemos las respuestas y no conocemos las preguntas que queremos preguntar. Y está bien – está nuestra realidad.  Tenemos la llamada de traer esta realidad en la mitad de nuestro viaje en el tiempo de adviento. 
      Cuando trabajaba como misionero en Ecuador, muchas veces, estaba en peligro, pero estas situaciones estaban imposible para evitar.  La vida de un misionero tiene muchos riesgos – pero yo tenía esta llamada de ser misionero, y puse mi confianza en la voluntad de Dios.  En nuestra fe, la fuerza del espíritu que tenemos como cristianos viene de nuestra vulnerabilidad, no de nuestra poder.  Debemos mirar la belleza que viene de nuestras luchas en la vida.  Me sentía vulnerable en mi vida misionera – y necesitaba caminar por fe paso a paso.  En muchos sentidos, nuestro viaje en adviento es un viaje con Dios en nuestra vulnerabilidad, como Juan el Bautista viajaba con Jesús en su vulnerabilidad también. Necesitamos decidir que hacemos con nuestras dudas, nuestras luchas, y nuestras incapacidades.  Reflexionando en los aspectos de la vulnerabilidad que tenemos en nuestra vida, podemos utilizar esta vulnerabilidad en nuestra llegada a Dios en el tiempo del adviento en nuestras preparaciones por el nacimiento de nuestro Señor. 





     Hoy es el tercer domingo de adviento.  Es el domingo de Guadete, llamado así por la primera palabra en latín del Introito de la Misa. Gaudete, es decir, “regocíjense”.  El mensaje de regocijar en nuestra vida no viene del gozo en las cosas materiales de nuestro mundo, pero es gozo en la manera que preparamos un camino de fe en adviento.  Adviento es un momento de preparación en nuestro año litúrgico.  Entonces, para mi, es un poco extraño que en este domingo de Guadete que escuchamos sobre Juan el Bautista encarcelado.  Juan mandó a sus discípulos para pregunta a Jesús si él era de veras él que había de venir, o si debían esperar a otro. Es extraño porque Juan hablaba el domingo pasado con mucha confianza, proclamando que todo el mundo necesitan arrepentirse porque el reino de Dios está cerca, que Juan bautizaba el pueblo con agua, pero él que viene bautizará con fuego y con el Espíritu Santo. 
      ¿Tiene Juan dudas de la identidad de Jesucristo?  ¿O tiene mucha tensión en su vida en la cárcel?  ¿O Juan cambia su ideas sobre el Mesas y profundiza su creencia en Cristo?  El pueblo de Israel esperaba en un Mesías como líder del ejercito.  Pero, las pruebas que Cristo da a Juan y a sus discípulos son diferentes – son la curación de los enfermos – de los ciegos, los cojos, y los leprosos. 
       El tiempo de adviento es un tiempo de espera.  Y en adviento, tenemos la llamada de transformarnos y arrepentirnos como parte de nuestro viaje de fe.  Con el mensaje de Juan el Bautista que tenemos hoy, tenemos la llamada de admitir y reconocer nuestra vulnerabilidad, para hablar con Dios en la realidad de nuestra vida. Es verdad que conocemos las cosas que viven en los corazones de los hombres.  Podemos mirar alguien con una carrera buena, con una familia muy querida, y con una educación buena.  Pero, si esta persona habla con toda sinceridad, puede decir que se siente solo, que tiene luchas con una adicción, o no tiene ni mucha confianza ni tiene mucha autoestima. 
       Como sacerdote, trato de predicar la palabra de Dios con honestad y en la realidad de nuestra vida, para aplicar su palabra en nuestro mundo moderno.  El domino pasado, fui a la clase de confirmación donde los jóvenes tenían la oportunidad de hacer preguntas, como – ¿A veces, tienes el deseo de casarse?  ¿Tiene dudas en su fe?  ¿Por qué te gusta servir como sacerdote?  Estas preguntas son muy buenas, y a veces, no son fáciles para contestar.  A veces, luchamos con nuestras dudas.  A veces, tratamos de hacer algo y no sucedemos.  A vences, estamos vulnerable, estamos heridos.  A veces, no tenemos las respuestas y no conocemos las preguntas que queremos preguntar.  Y está bien – está nuestra realidad.  Tenemos la llamada de traer esta realidad en la mitad de nuestro viaje en el tiempo de adviento. 
      Cuando trabajaba como misionero en , muchas veces, estaba en peligro, pero estas situaciones estaban imposible para evitar.  La vida de un misionero tiene muchos riesgos – pero yo tenía esta llamada en mi vida, y puse mi confianza en la voluntad de Dios. Y en nuestra fe, la fuerza del espíritu que tenemos como cristianos viene de nuestra vulnerabilidad, no de nuestra poder.  Debemos mirar la belleza que viene de nuestras luchas en la vida.  Me sentía vulnerable en mi vida misionera – y necesitaba caminar por fe paso a paso.  En muchos sentidos, nuestro viaje en adviento es un viaje con Dios en nuestra vulnerabilidad, como Juan el Bautista viajaba con Jesús en su vulnerabilidad también.  Necesitamos decidir que hacemos con nuestras dudas, nuestras luchas, y nuestras incapacidades.   Reflexionando en los aspectos de la vulnerabilidad que tenemos en nuestra vida, podemos utilizar esta vulnerabilidad en nuestra llegada a Dios en el tiempo del adviento en nuestras preparaciones por el nacimiento de nuestro Señor. 


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