Thursday, June 14, 2012

6/17/12 – homilia del undécimo domingo del tiempo ordinario – Ezequiel 17,22-24; Corintios 5,6-10; Marcos 4,26-34


       Tratamos de tener una vistazo del reino de Dios en las lecturas sagradas de hoy.  Escuchamos muchas imágenes de plantas y arboles como una descripción de su reino.  El profeta Ezequiel nos da una imagen de Dios tomando un renuevo de la copa de un gran cedro.  Dios plantó este renuevo en la cima de un monte, en el monte más alta de Israel.  Este renuevo crecerá y dará frutos abundantes, y tendrá ramas donde los pájaros vivirán.  Dios explica que el va a humillar los árboles grandes y elevar los árboles pequeños.  El profeta Ezequiel estaba predicando el mensaje de Dios durante el tiempo de exilio en Babylonia.  El pueblo de Israel estaba muy inquieto sobre su futuro, reflexionando la posibilidad de abandonar su fe en Dios y para poner su fe en el reino de los seres humanos y en los reyes humanos.  Pero, según el profeta Ezequiel, el reino de Dios es como este renuevo muy chiquito que puedo crecer con fuerza debajo del amor y la vigilancia de Dios, nuestro Padre.  Pero, necesitamos poner nuestra confianza en Dios.  Necesitamos poner nuestra fe entera en El para crecer como este renuevo.
         Cuando miramos al vistazo del reino de Dios, no miramos la realidad en la misma manera de los otros seres humanos en nuestro mundo.  Necesitamos mirar esta realidad con la lente de nuestra fe.  Entonces, Pablo puede decir que caminamos guiados por la fe.  Pablo escribió a los corintios cuando ellos tenían muchas dificultades en su comunidad de fe.  Todavía, los miembros de esta comunidad no tenía un foco común en su fe, y tenían dificultades para dejar los costumbres del mundo material.  Pero, el reino de Dios es como las semillas que el sembrador sembra en nuestro Evangelio, como la semilla chiquita de mostaza que puede crecer muchísimo.  Pablo trataba a dar animo a los corintios, que ellos debían poner su foco en los aspectos importantes de su fe, para sentirse la vida nueva que ellos tenían en su llamada de Jesucristo, en su muerte y en su resurrección. 
         No hay muchos católicos aquí en Mississippi – somos una parte muy pequeño de la población.   Podemos sentirnos arrollados con esta realidad.  Podemos sentirnos que no tenemos la fe para continuar en nuestro camino.  Pero, Dios está con nosotros para guiarnos y para alimentarnos.  Estamos como estos renuevos que tienen la esperanza para crecer con vida nueva. Tal vez, hoy día, Dios nos llama para encontrar esta esperanza nueva en las imágenes que tenemos en las escrituras sagradas, la esperanza nueva para guiarnos y animarnos.    

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