El domingo pasado, tuvimos la celebración del bautismo de nuestro Señor y el fin del tiempo de Navidad. Hoy, en el segundo domingo del tiempo ordinario, estamos con Jesús, sus discípulos, y su madre en el pueblo de Caná. Podemos imaginar que los novios son parientes o amigos íntimos de Jesús y su familia. Tal vez, esta boda en Caná es la primera vez que Jesús está con sus discípulos en un momento publico. Es importante para tener una celebración muy alegre y gozosa en la boda, pero al final de la fiesta, comenzó a faltar el vino. Su madre María se dio cuenta de esta situación grave. Ella estaba pensando en Jesús, su Hijo, y en su necesidad de empezar con su ministerio y sus obras para proclamar el reino de Dios. Podemos decir que María es una discípula de su hijo, y sobre todo, la primera discípula desde el momento que ella aceptó la invitación de Dios en su vida sobre el nacimiento de Jesús. Con esta acción en la boda de Caná y con el milagro del agua convertida en vino, estaba el comienzo públicamente del ministerio de Jesús como el Mesías. Con estas acciones de María, podemos mirar que ella sabe que su hijo está listo para iniciar su ministerio.
Un santo muy amado, San Francisco de Asis, dijo, “Predica el evangelio siempre; cuando es necesario, usa palabras.” Jesús lo hizo como San Francisco explicó en su milagro en Caná. En lugar de explicar el reino de Dios con palabras, Jesús reveló la gloria del reino de Dios en el agua en las jarras convertida en vino para servir a la gente en esta boda, el vino del mejor calidad.
Este milagro en Caná puede tener un mensaje para nosotros hoy. Cuando vamos al sacramento del matrimonio en nuestra Iglesia, los dos novios tienen un compromiso entre ellos mismos y con Dios. Como católicos, miramos este compromiso como un sacramento de fe. Como el compromiso en el matrimonio, nosotros tenemos la llamada de tener un compromiso gozoso con Jesucristo. En nuestro mundo moderno, un compromiso es algo malo o algo inoportuno – muchas personas quieren algo desechable o provisional. Nuestra elección para tener un compromiso de fe permanente es algo radical – contra la manera de nuestro mundo moderno. Tener un compromiso de fe es necesario – pero solo con la gracia de Dios, podemos tener el coraje y la fidelidad necesaria para vivir en este compromiso.
Como el aguo convertida en vino, somos convertidos en nuestro camino de fe – tenemos una conversión y transformación para ser seres sacramentales, para dar vida a nuestro mundo. Pero, necesitamos tener la voluntad para ser convertidos, para tener confianza en Dios, y para tener un riesgo en nuestra transformación. Necesitamos recordar que la Virgen María tenía confianza en su hijo y en su capacidad de ayudar en la boda en Caná. Como esta agua convertida en vino, nuestras vidas también son dones de Dios. Con este don, vamos a tener una transformación continua para ser el vino mejor en nuestro viaje de fe.
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