Hoy, conmemoramos todos los fieles difuntos. Con esta conmemoración, reconocemos que nuestra Iglesia siempre nos impulsaba de orar para los fieles difuntos desde los días de los apóstoles. San Agustín de Hipona, teólogo de nuestra Iglesia, dijo – “Si no preocupábamos de los difuntos, entonces no tendríamos la costumbre para orar por ellos.” Esta misa de todos los fieles difuntos del 2 de noviembre tiene su costumbre en monasterio benedictino en Cluny en Francia desde hace mil años.
Celebramos los fieles difuntos hoy como una comunidad de fe, recordando las debilidades y las imperfecciones que tenemos como seres humanos. En nuestra lectura de Sabiduría, escuchamos sobre una creencia en el mundo antiguo, una creencia que muchos en nuestro mundo moderno tienen también, que nuestra vida termina cuando nuestro cuerpos terminan su existencia aquí en la tierra. En nuestra fe católica, no necesitamos temer que mucho en este mundo es un misterio para nosotros, pero con todo que aprendemos sobre Dios, siempre tenemos mas para aprender, nunca aprendemos todo sobre Dios. Entonces, hay mucho sobre la muerte que es un misterio para nosotros.
El autor del libro de Sabiduría nos asegura: “Las almas de los justos están en manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento.” La muerte es un misterio, pero confiamos que Dios está con nosotros - con nosotros en nuestra vida aquí en la tierra y en nuestra muestra terrenal. En este misterio, confiamos en el misterio infinito de Dios. En el espíritu que vino el las aguas de nuestro bautismo, en la manera que morimos con Cristo en estas aguas, ganamos la vida nueva en El, y continuamos unidos con el Cuerpo de Cristo después de la muerte de nuestros cuerpos terrenales. Oramos por los fieles difuntos hoy y por las almas en el purgatorio, unidos con ellos en nuestra fe en Cristo.
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