Estamos en el último domingo del camino de Adviento, ya que las cuatro velas están encendidas en la corona de Adviento. Durante estas semanas de Adviento, en las lecturas del Evangelio, hemos escuchado a Juan el Bautista preparar el camino para Jesucristo y su ministerio, así como al mismo Jesús diciéndonos cómo vendrá de nuevo en gloria en los últimos tiempos. Este domingo, el evangelio de nos lleva a los días antes del nacimiento de Jesucristo, cuando María visitaba a su prima Isabel.
Tenemos los cuatro evangelistas que escribieron los evangelios en la Biblia. Tenemos a los apóstoles que fueron enviados como evangelizadores y misioneros a los confines del mundo antiguo. Pero, en muchos sentidos, María fue la primera evangelizadora, que llevó a Cristo a Isabel y al hijo no nacido de Isabel, Juan el Bautista. Isabel se daba cuenta de que el salto de su hijo en su vientre fue en respuesta a las palabras de María.
En su comentario sobre este Evangelio, San Ambrosio de Milán, Doctor del siglo IV, arroja luz sobre este notable acontecimiento, pidiéndonos que prestemos atención al contraste de las palabras empleadas en el Evangelio. Isabel es la primera en escuchar la voz de María, pero su hijo, Juan el Bautista, que todavía está en su vientre, es el primero en darse cuenta de la gracia de Dios en este encuentro. Isabel escucha las palabras del saludo, pero Juan salta de alegría ante el significado del misterio. Isabel es consciente de la presencia de María, pero Juan es consciente de la presencia del Señor Jesucristo. Isabel es consciente de la presencia de su prima María, pero Juan, que es el precursor, conoce la prenda de la salvación. Las mujeres hablan de la gracia que han recibido en este encuentro, mientras que sus hijos ya están trabajando en el misterio del plan de la salvación de Dios.
Este encuentro entre María e Isabel nos da la oportunidad de reflexionar sobre la presencia de Dios, la palabra de Dios, y la respuesta de fe de estas dos mujeres. María recibió la palabra de Dios en su corazón, pero también en la carne de su vientre. La Palabra de Dios se hace carne en respuesta a su aceptación de la voluntad de Dios. María se apresura a llevar la palabra de Dios a su prima, convirtiendo a María en mensajera de la salvación de Dios. En el Evangelio este domingo, Juan el Bautista es el primero en responder a la palabra de María. Entonces, Isabel exclama con gran alegría que la Madre de su Señor ha venido a visitarla. E. Movida por el Espíritu Santo, Isabel, en su fe, reconoce el gran misterio que Dios ha realizado en María.
En verdad, podemos mirar este Evangelio como un Evangelio eucarístico. Esa es una idea maravillosa. Podemos reflexionar sobre la oración después de la comunión en la Misa - esta oración nos invita a reconocer la presencia de Cristo entre nosotros en la Eucaristía. También estamos llamados a ver cómo se descubre la presencia de Cristo en la forma en que la Eucaristía vive en nosotros. Encontramos a Cristo en nuestros hermanos; también servimos a Jesús cuando estamos al servicio de nuestros hermanos y hermanas. El servicio de María a Isabel en la visitación es un modelo para el cristiano que desea encontrarse con Cristo en la vida diaria. Ahora que estamos en medio de la celebración del Año de la Eucaristía en nuestra Diócesis, estamos llamados a reconocer la forma en que la Eucaristía está viva en el Evangelio que escuchamos este domingo, de cómo María llevó a Cristo a los demás. Debemos reconocer que el Evangelio de hoy nos llama a cada uno de nosotros al servicio y a la acción como miembros del Cuerpo de Cristo aquí en la tierra.
San Papa Juan Pablo II tenía una profunda devoción a nuestra Santísima Madre. Cada Adviento, él rezaba de manera especial a nuestra Madre María, para que ella ayudara a preparar nuestros corazones para el nacimiento de nuestro Salvador en Navidad. Vamos a rezar un oración a nuestra Madre, utilizando palabras de los discursos que pronunció Juan Pablo II: Oremos:
Que la Virgen María nos ayude a abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, redentor de los hombre y de la historia; que nos enseñe a ser humildes, porque Dios mira a los humildes; que nos haga crecer en la comprensión del valor de la oración, del silencio interior, de la escucha de la Palabra de Dios; que ella nos impulse a buscar la voluntad de Dios profunda y sinceramente, incluso cuando esto trastorne nuestros planes; que ella nos anime mientras esperamos al Señor, compartiendo nuestro tiempo y energías con los necesitados.
Madre de Dios, Virgen de la espera, haz que el Dios que viene nos encuentre listos para recibir la abundancia de su misericordia. Que María Santísima, "Mujer de la Eucaristía" y Virgen de Adviento, nos prepare a todos para acoger con alegría la venida de Cristo y celebrar dignamente su presencia sacramental en el misterio de la Eucaristía. AMÉN.
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