En nuestro mundo, muchas personas piensan que la celebración de Navidad termina con la misa en el 25 de diciembre. Pero, en realidad, la temporada de Navidad empieza con la misa de la Nochebuena y termina con el bautismo de nuestro Señor en el 9 de enero este año. Hoy, celebramos la Sagrada familia, una celebración importante en la temporada de Navidad. En el Evangelio este domingo, San Lucas nos da un cuento de la descubrimiento del joven Jesús en el Templo de Jerusalén. En este cuento, hay un énfasis en la familia divina de Jesús y en su familia humana también. Jesús explica a su madre María que necesita quedar en la casa de su Padre, pero, en última instancia, él obedece a sus padres con su vuelta a Nazaret con ellos. Al fin de la lectura, dice que Jesús creció en sabiduría y en estatura con su familia, en el favor de Dios y de los hombres. Después de escuchar la explicación de su hijo Jesús, María conservaba en su corazón todas aquellas cosas. Me imagino que María tenía confusión y frustración en este momento, pero lo guardaba en su corazón y lo compartía con la comunidad cristiana en los cuentos de los Evangelios.
En el descubrimiento de Jesús en el Templo, podemos reflexionar sobre los obstáculos y los desafíos que tenemos en nuestras familias, en la manera que vencerlos con perseverancia y con una respuesta de fe. En las celebraciones de Navidad y del Año Nuevo, celebramos con familiares y amigos. Podemos darnos cuenta de las relaciones rotas, de las argumentos y los problemas que tenemos en nuestras familias. En los días de Navidad, queremos ayudar a los pobres y los hambrientos, y en estas acciones, nos damos cuenta de la desigualdad que existe en nuestra sociedad humana, de la guerras, los conflictos, y los sufrimientos en nuestro mundo, de la pobreza material y espiritual que afligen a muchas personas. En los problemas y en los desafíos que tenemos en nuestra familias y en nuestra sociedad, tenemos la luz de Cristo para guiarnos. Tenemos las gracias y las bendiciones de Dios para animarnos y consolarnos.
En la primera lectura de Samuel, escuchamos sobre las oraciones de Ana. Ana recibió una respuesta de Dios, un hijo, que se llama Samuel. Ana no olvide las promesas de Dios; ella no olvide su voluntad en su vida. Entonces, Ana dio las ofrendas a Dios, y envió Samuel al profeta Elí con su gracias y su gratitud a Dios. La fe de Ana es un ejemplo de fe para nosotros y para su hijo Samuel. Samuel será un gran profeta para el pueblo de Israel.
Un niño necesita participar en una comunidad de fe y en las misas y los sacramentos de nuestra Iglesia. Necesita participar en las clases de religión en la Iglesia. Pero, el Segundo Concilio Vaticano dice que la familia es la Iglesia domestico para los niños. En sus palabras y en su ejemplo, los padres son los primeros maestros de sus hijos en nuestra fe. Ana y su esposo pasaron su fe a su hijo Samuel. Y Jesús creció en su fe con el ejemplo de sus padres José y María en su vida. Los padres cristianos tienen la llamada de animar a sus hijos en la búsqueda de la vocación propia de cada una, de su vocación sagrada. Cada padre y cada adulto en nuestra comunidad de fe puede preguntar – ¿Cómo estamos predicando la palabra de Dios a nuestros hijos y a los jóvenes en nuestra comunidad en nuestras palabras y en nuestras acciones. En el cuento de la Sagrada Familia de hoy, podemos reflexionar sobre nuestra llamada de ser sagrado en nuestra familia propia y de nuestra llamada de cultivar la santidad de nuestras familias.
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