Estamos en el tiempo del adviento: un tiempo de preparación y espera. De muchas maneras, esto va contra la corriente de nuestra cultura, en un mundo de gratificación instantánea al que no le gusta esperar, en un mundo de ventas y consumismo del Black Friday, donde ya nos han bombardeado con música navideña muchas semanas antes del Adviento. Tenemos los calendarios del adviento y las coronas de Adviento para marcar estos días del adviento, pero en nuestra cultura, so es tan fácil aceptar esto como un tiempo de espera.
Pero, en el mundo moderno, hay muchas veces que nos vemos obligados a esperar. En verdad, aunque soy sacerdote, no me gusta esperar en un atasco en la autopista 20 o la autopista 55 tratando de llegar al monasterio carmelita o la oficina de la cancillería de la diócesis. Esperamos noticias, recibimos noticias de nuestro médico con respecto a las pruebas médicas que nos han realizado, esperamos para obtener una cita o en la cola en el aeropuerto. El adviento nos da la oportunidad de consagrar estos tiempos de espera, de tratar de ser más pacientes, de vivir esas cosas al Señor, de dejar a un lado nuestro celular y nuestras frustraciones para orar o leer nuestra devoción de Adviento del día. Al aceptar el adviento como un tiempo de espera, podamos entregar el control a Jesucristo, cuyo nacimiento esperamos durante esta tiempo del Adviento.
Desde nuestra niñez, nos centramos en el milagro de la encarnación en el tiempo del adviento, mientras nos preparamos para el nacimiento de Cristo. Recuerdo haber crecido cuando era niño en Chicago, donde el mes de diciembre es oscuro y frío. El enfoque en esperar durante estos días de Adviento por la llegada de la Navidad trajo mucha luz y alegría a los días oscuros del invierno. Pero, hoy, el mensaje de Juan el Bautista no era que la gente se preparara para el nacimiento de Cristo, sino que ellos necesitan arrepentirse. San Bernardo de Claraval (1090-1153), un monje influyente de la orden de monjes cistercienses que vivió hace casi 1.000 años, resumió el significado del adviento cuando sugirió que en esta tiempo santo, celebramos tres venidas del Señor: el pasado, el presente y el futuro. El pasado es en lo que generalmente nos enfocamos durante el adviento: la primera venida fue la venida de Cristo en la historia: el Milagro de la Encarnación. En el presente: Cristo entra en todos nuestros corazones durante nuestro camino de fe como sus discípulos. Finalmente, en el futuro, Cristo vendrá de nuevo en gloria en los últimos tiempos.
En estas semanas, muchos de nosotros pasamos mucho tiempo decorando nuestras casas, colocando luces navideñas y árboles de Navidad. Justo alrededor del fin de semana de Acción de Gracias, noté muchas luces y decoraciones navideñas diferentes en las casas alrededor de nuestra parroquia. Es importante para nosotros tener cosas externas que nos ayuden a celebrar esta tiempo. Sin embargo, en cuanto al arrepentimiento interno y la conversión que se está produciendo en nuestra vida, se expresa en los mensajes de Juan Bautista y San Bernardo, ¿cómo se está preparando en nuestra vida interna, nuestra vida de oración y nuestra vida de fe, en este tiempo de preparación y espera? Pienso en Jesús y en cómo a menudo regañaba a los fariseos por estar tan preocupados por lo externo y los rituales y al mismo tiempo ignoraban su vida interior y la necesidad de arrepentimiento y confesión en su camino de fe. Cuando Juan el Bautista nos dice que necesitamos preparar el camino por nuestro Señor, quiere que pongamos nuestras prioridades en orden, que dejemos de enfocarnos en las cosas que realmente no importan. Centrarse en lo que realmente importa: cosas como el amor, nuestra relación con Dios, nuestra relación correcta con nuestros hermanos, la justicia, los actos de misericordia y caridad, el perdón, el respeto, la dignidad, la reverencia. Entonces, en medio del tiempo que pasamos esperando durante el Adviento, podríamos hacernos esta pregunta: ¿Qué debemos hacer para preparar mi corazón y mi vida para la venida del Señor?
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