Juan Crisóstomo es un Doctor de la Iglesia. Para ser Doctor de la Iglesia, necesita vivir una vida exemplar en santidad, y tener las escrituras o las enseñanzas o la predicación de la palabra de Dios en una manera que ayuda a los fieles en su comprensión de la fe católica. Él recibió el bautismo como adulto, y después, vivía como eremita en una cueva en el desierto por seis años. Después, servía como arzobispo de Constantinopla en el Siglo IV. Él predicaba la justicia social en palabras y obras. Criticaba la depravación del emperador y la emperatriz. El emperador proclamaba que quería desterrar a Juan. Juan respondió: "No puedes desterrarme, porque el mundo es la casa de mi Padre". El emperador respondió con enojo: "¡Entonces te mataré!" ”No puedes", Juan respondió, "porque mi vida está en Dios". "Entonces confiscaré tus tesoros", amenazó el emperador. "Señor, no tienes el poder para hacer eso, porque mis tesoros están en los cielos, como mi corazón está en los cielos también", dijo Juan. "Entonces te sacaré de tu pueblo y no tendrás amigos," gritó el emperador. "No puedes hacerlo, Señor, porque Cristo, mi amigo en los cielos me explicó: ‘Nunca te dejaré ni te desampararé.’ Yo nunca estaré sin la amistad de Cristo." La conversación entre Juan y el emperador ilustra el mensaje del Evangelio de hoy: Cristo es el camino, la verdad y la vida. Ningún hombre puede terminar nuestra vida en Cristo, porque Cristo preparó una morada para nosotros.
Reflexionamos sobre el significado de Cristo resucitada en la temporada de Pascua. En la primera lectura, vemos cómo la creciente comunidad cristiana respondió a la realidad del mundo. La comunidad trató de emular el ejemplo del amor y del servicio de Cristo cuando se dio cuenta de que algunos de sus miembros eran discriminados y no tenían necesidades básicas satisfechas en sus vidas: La Iglesia estableció la oficina de diácono como un ministerio de servicio para servir al pueblo de Dios. En el servicio, en la predicación de la palabra de Dios, y en los sacramentos, la Iglesia es el Cuerpo de Cristo en la tierra.
Hoy, celebramos nuestra Madre María en el mes de mayo. María es la Madre de Cristo y la Madre de la Iglesia. Ella recibió una corona de flores en su coronación al inicio de la misa. Honoramos a nuestra madre como la primera discípula. En su humildad y su servicio, es el mejor ejemplo de discipulado que tenemos.
En esta mes de María, hoy celebramos el Día de las Madres. Empezó en nuestra país en el año de 1914. Muchas veces, es la madre de la familia que enseña a los hijos en las enseñanzas de la fe. Así, María enseñaba a su hijo Jesucristo en las tradiciones y las enseñanzas de la fe judía. Hay madres de las familias, pero hay otras madres en nuestras vidas también con palabras de sabiduría y ánimo en los desafíos de nuestro camino de fe. La Madre Teresa de Calcuta no tenía hijos biológicos, pero es un ejemplo de la maternidad en su servicio, en su caridad, y en sus palabras de sabiduría. Ella explicó: “Difunde el amor donde quiera que vayas. No dejes que nadie se aleje de ti sin ser un poco más feliz.”
En el Día de las Madres, en el mes de María, en la temporada de Pascua, tenemos un mensaje de salvación y redención y esperanza.
En los desafíos de nuestra vida, en nuestros sufrimientos, siempre tenemos la esperanza de nuestra fe. El Papa Benedicto XVI utilice las palabras de San Pablo en su documento Spe Salvi (Salvado por Esperanza): “En esperanza, somos salvados. Benedicto escribe: “Ellos que tienen esperanza viven en una manera diferente. Cuando tenemos esperanza, tenemos el don de una nueva vida.” En el Cristo resucitado, en la comunidad de los santos, en los primeros discípulos de la Iglesia Primitiva, tenemos fe y esperanza. No podemos olvidar esta promesa de nuestra fe.
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