Wednesday, May 16, 2018

20 de mayo de 2018 – Pentecostés – Hechos 2,1-11, Juan 15,26-27; 16,12-15


     Hoy, celebramos la fiesta de Pentecostés, un don para nosotros al fin de nuestra celebración de Pascua.  En Pentecostés, como en toda la temporada de pascua, celebramos la presencia de Jesucristo resucitado con nosotros.  En los domingos de Pascua, hicimos una memoria de la pasión salvadora de Cristo y de su resurrección y ascensión a los cielos.  Hoy, celebramos la llegada & la obra del Espíritu Santo - el Espíritu del Padre y del Hijo. Con la presencia del Espíritu Santo, podemos reconocer sin duda que la resurrección de Jesús es una realidad permanente en nuestra vida de fe. Por eso, podemos decir que para nosotros, cada día es la Pascua de la Resurrección, que cada día es Pentecostés.
        En el Evangelio, Cristo explicaba la llegada del Espíritu Santo. Conocía la realidad de su camino – con el destino en la cruz y la resurrección.  La comunidad de los discípulos no ha experimentado todavía el Espíritu de Dios, no ha experimentado la realidad de la resurrección.  Después de la muerte de Cristo, los discípulos tenían mucho miedo. Cuando los discípulos recibieron la presencia de Cristo resucitado, cuando recibieron su Espíritu Santo, se llenaron de paz & gozo – se llenaron con los dones del Espíritu Santo.  Si nosotros somos una comunidad que vivimos y creemos en el Espíritu de Jesús resucitado, no necesitamos tener miedo de nuestro mundo tampoco.  Si – el Espíritu está siempre con nosotros – su gozo y su paz están con nosotros.
      Cristo explicaba que el Espíritu Santo es nuestro Consolador, es el Espíritu de la verdad.  Es el Espíritu de nuestra vida nueva que recibimos en el bautismo, la confirmación, la reconciliación y la Eucaristía – el Espíritu que tenemos en los sacramentos de la Iglesia.
        En la llegada del Espíritu Santo de Pentecostés, se llenaron todos los discípulos del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús resucitado, viene como un viento muy fuerte, como un fuego radiante, que sopla donde quiere. Tenemos la efusión del Espíritu Santo cada día en nuestro camino de fe.  La Eucaristía que celebramos hoy es una acción de Cristo y del Espíritu Santo. En la Eucaristía, el Espíritu nos alimenta con la Palabra de Dios y con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor.   El Espíritu de Dios quiere que vivimos el espíritu de esta Eucaristía cuando vamos al mundo, para hacer las obras del Padre con nuestro prójimo, para ser testigos del Espíritu con el poder de transformar el mundo.
       El Papa Francisco dice eso sobre el Espíritu Santo y nuestra celebración de Pentecostés:  “Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las ‘sorpresas de Dios’? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta? Nos hará bien hacernos estas preguntas durante toda la jornada."
      Si, creemos en el Espíritu de Dios que está con nosotros.  Si, creemos en el Espíritu de Dios que prepara las obras y las oportunidades que tenemos para avanzar el reino de Cristo aquí en la tierra. Reconocemos esta llamada para servir en nuestra parroquia, en nuestra comunidad, en nuestra país, y en nuestro mundo.  En todo que podemos hacer como individuos y como una comunidad de fe, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo.  En nuestra celebración de Pentecostés, celebramos esta presencia de Dios con nosotros. 

No comments:

Post a Comment