Monday, February 6, 2017

Quinto domingo del tiempo ordinario - 5 de febrero de 2017 - Mateo 5,13-16

     Tenemos dos imágenes en el Evangelio hoy para seguir como discípulos de Cristo. Cristo dice que tenemos la llamada de ser sal de la tierra.  También, necesitamos vivir como discípulos de Cristo como la luz del mundo. Me encanta comida con mucha sal, como papas fritas y macarrones con queso con mucha sal y mucha salsa de tomate.  Yo tengo la presión arterial muy baja, entonces, el medico dice que puedo tener mucha sal con mi comida, gracias a Dios! En el mundo antiguo, la sal era algo con mucho valor.  Los romanos tenían un dicho: "No hay nada más útil que el sol y la sal". En la época de Jesús, la gente miraba la sal con la pureza porque vino de las cosas mas puras en el mundo -  del sol y del mar.  Para los judíos, la sal era también una ofrenda a los dioses. Así que cuando Jesús nos llama a ser la sal de la tierra, él nos llama a ser un ejemplo de pureza para tener pureza en nuestro discurso, en nuestra conducta y en nuestros pensamientos.  
     En nuestro mundo moderno, tenemos los refrigeradores y muchos métodos diferentes para conservar los alimentos, pero en el mundo antiguo, la sal era la forma más común de preservar los alimentos.  Como la sal de la tierra, los cristianos pueden influir en la vida y en la sociedad en la manera en que la sal sirve para conservar la comida, para vencer la corrupción y las malas influencias.  El Papa Juan Pablo II desafió a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud en 2002: "Como sal de la tierra, ustedes están llamados a preservar la fe que han recibido y transmiten esa fe a su prójimo. Su generación tiene ese desafío para mantener seguro el depósito de la fe. "
     Sólo una pizca de sal transforma un trozo de carne.  Del mismo modo, sólo una pizca de sal de nuestras almas puede dar sabor a la vida de cientos, o incluso miles de personas.  Así como la sal agrega sabor a la comida, así la vida de un cristiano agrega sabor a la vida de otros mostrándoles la luz de Dios.  Me encanta este dicho del filósofo canadiense Jean Vanier: "No somos llamados por Dios a hacer cosas extraordinarias, sino a hacer cosas ordinarias con un amor extraordinario.” Sí, ser luz y sal en nuestro mundo es verdaderamente posible - en las palabras y las acciones pequeñas que hacemos cada día.  
     James Stewart, un ministro de la Iglesia de Escocia, dijo una vez: "La mayor amenaza para el cristianismo no es el comunismo, el ateísmo, el materialismo o el humanismo. Son los cristianos que tratan de infiltrarse en el cielo incógnito sin compartir nunca su fe, sin vivir nunca la vida cristiana como sal de la tierra y luz del mundo ".  Sal y luz.  Es nuestra llamada.  

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