Monday, October 31, 2016

10/30/2016 - XXXI domingo del tiempo ordinario - Lucas 19,1-10

      Probablemente recordamos el cuento del Evangelio de Lucas donde el joven le preguntó a Jesucristo lo que debe hacer para entrar la vida eterna.  Esta joven sabía las leyes y los mandamientos de Dios, pero cuando Jesús le dijo que él debe vender todo lo que tiene y distribuir este dinero a los pobres, este joven salió desanimado, no estaba dispuesto a hacer un compromiso firme a una vida de discipulado con Cristo.  Este joven estaba buscando algo, pero él estaba perdido en su camino también.  En el Evangelio de hoy, también del Evangelio de San Lucas, hay otro alma perdida - el cuento de Zaqueo.  Pero este cuento tiene una diferencia.
      Jesús se encontró con Zaqueo en la ciudad de Jericó. Jericó era una ciudad comercial muy rica - Zaqueo ganó todo su dinero cobrando los impuestos de los judíos por los romanos.  Zaqueo era un hombre muy rico, pero probablemente tenía pocos amigos porque los publicanos extorsionaron multas de los judíos cuando cobraron los impuestos. Los publicanos eran despreciados por su pueblo. Los judíos en Jericó le consideraron a Zaqueo como ladrón y traidor.
      Era la temporada de la Pascua - había miles de judíos que pasaban a través de Jericó en su camino a Jerusalén. Jesús pasaba por la ciudad de Jericó también.  Jesús estaba muy famoso en este momento en Israel - muchos de los judíos que pasaban por la ciudad quería verlo.  Zaqueo estaba muy interesado en este rabino de Nazaret que tenían amistad con los marginados de la sociedad, incluso a los pecadores y publicanos.  De hecho, Zaqueo probablemente sabía que Mateo, que salió su trabajo como publicano, fue elegido para ser miembro del grupo de los apóstoles de Jesucristo.  Zaqueo tenía este anhelo para tener contacto con Jesucristo.  Para escapar de las multitudes y para acercarse a Cristo, Zaqueo subió al árbol, escondido en sus ramas.   Jesús veía a Zaqueo y en su grito comunicaba las ganas de visitarlo en su casa. En el momento en que Jesús llamaba a Zaqueo en el árbol y le presentaba esta invitación, el corazón de Zaqueo llenaba con gozo y alegría y él se convertía como discípulo en un instante. Considerando que antes Zaqueo extorsionaba el dinero de los ciudadanos, ahora se compromete a ayudar a los pobres y devuelve cuatro veces lo que robó.  El encuentro entre Jesús y Zaqueo es un ejemplo de su proclamación en el Evangelio de hoy - “El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
     Zaqueo tenía defectos.  Zaqueo tenía pecados, por supesto.  Pero Zaqueo era buscador y literalmente subió al árbol para encontrar a Jesucristo.  A veces, estamos perdidos en nuestro camino de fe, pero no no damos cuenta. A veces, buscamos algo en la vida y no sabemos lo que buscamos. No sabemos cuales son preguntas que necesitamos preguntar. No sabemos las respuestas que queremos recibir.  Estamos llamados de tener corazones abiertos al cambio y transformación como Zaqueo.  Y a veces, como él, tenemos que subir al árbol para hacerlo.
     Hay muchas cosas en nuestra vida de fe en este momento - mucho en la Iglesia y en nuestra parroquia.  Este fin de semana, terminamos el mes del rosario y el mes del Respeto de la Vida mes este.  Celebramos nuestro Festival del Otoño esta tarde - comenzamos esta tarde nuestra celebración de Todos los Santos y del Día de los Fieles Difuntos.  Anoche, celebramos una gran misa con la comunidad hispana para la fiesta de San Judas, el patrón de las causas imposibles y situaciones difíciles.  Tenemos mucha riquezas en nuestra fe católica-  mas que podemos imaginar.   Pero, necesitamos participar y necesitamos tener corazones abiertos a las situaciones donde podemos encontrar a Dios.  Y a veces, necesitamos subir a este árbol.

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