Saturday, September 12, 2015

13 de septiembre de 2015 – XXIV domingo del tiempo ordinario – Santiago 2, 14-18

       En nuestras lecturas hoy, continuamos con nuestras lecturas de la Carta de Santiago.  Esta carta tiene consejos prácticos sobre la vida cristiana, como podemos vivir cada día como discípulos de Cristo.  Hace dos semanas, escuchamos este desafío del primer capitulo de Santiago: “Pongan en práctica esa palabra de Dios y no se limiten a escucharla”  Hoy continuamos con este tema.  Santiago dice que no sólo necesitamos la fe, sino que nuestra fe debe producir buenas obras.  Recuerdo que en la universidad, un amigo mío me dijo que leía un libro en la clase de religión con el título: La Fe es un verbo – un imagen que tocaba mi imaginación.  De hecho, nuestra fe no es una serie de teorías o ideas.  Más bien, la fe es una manera de vivir que tiene su fundación en la revelación de Jesús y la nueva vida que tenemos en él.  En nuestra, abrimos nuestras mentes y nuestra espiritualidad a Cristo – pero es mas.  Necesitamos vivir nuestra fe cada día.   Nuestra fe nos impulsa a hacer algo. Nos llama a las obras espirituales y corporales de misericordia.  Según Santiago, si tenemos fe sin obras, entonces nuestra fe está muerta.  Nuestra fe debe tener acción y vida - no puede ser rígido o estático o inflexible.  En nuestra fe, estamos emergentes y en desarrollo.
       La semana pasada, escuché una estadística – en los 321 millones de personas que viven en los Estados Unidos, 30 millones se identifican como ex católicos. De ese número, alrededor de 24 millones de esos católicos abandonaron la Iglesia antes de la edad de 25 años.  Pero, es mas de una estadística - es una realidad fuerte que existe aquí en nuestra parroquia de Santiago.  Dedicamos mucho tiempo y muchos recursos a la formación de nuestros niños y jóvenes en nuestra fe, pero si nuestros niños y jóvenes no vienen a clase o a la misa o a los eventos que tenemos, ellos no tendrán conexión con nuestra fe.  Entonces, no quedarán en su fe católica como adultos.  Hay las clases de la doctrina todos los domingos y el grupo de jóvenes cada miércoles por la tarde.  Tenemos obras de misericordia y caridad que hacemos con nuestros niños y jóvenes – es una manera tangible para ver que su fe puede realmente hacer una diferencia en el mundo.  Es la responsabilidad de los padres y los padrinos para llevar sus niños y sus jóvenes a las clases de la doctrina y al grupo de jóvenes.  En las aguas del bautismo, los padres y los padrinos tomaron esta responsabilidad.  Y ellos son los maestros principales de la fe en la vida de sus hijos.  Estoy muy agradecidos a las familias que toman esta responsabilidad y queremos dar animo a las otras familias que tienen un desafío con este papel. 
        Nuestra lectura de la carta de Santiago tiene una enseñanza que es fácil para entender mal.  Nuestra salvación viene como un don gratuito de Dios - no podemos ganar esta salvación con nuestra propia voluntad.   Nunca estamos justificados ante Dios por nuestras propias obras o de nuestros propios esfuerzos.  Nuestra fe pueden dar frutos en nuestras acciones y en nuestra obras, puede tener un impacto en nuestra vida.  Nuestra fe puede estimular nuestras acciones, para que nuestra voluntad y deseos y acciones para cooperar con la voluntad de Dios y la llamada de Dios para nosotros. Tenemos esta imagen de San Francisco de Asís hoy porque Francisco es un buen ejemplo de un cristiano que realmente tenía la fe y la llamada de Dios en su corazón, sino también vivía su fe en sus palabras y en sus acciones. Francisco nació en el siglo 12, hace más de 800 años, pero su ejemplo y la forma en que vivía su fe nos habla con tanta fuerza en el mundo moderno, tanto es así que Francisco tomó su nombre de San Francisco de Asís para comunicar su amor especial por los pobres y toda la creación de Dios.  En pocos meses, el 8 de diciembre, vamos a empezar a celebrar el Año de la Misericordia en nuestra Iglesia Católica, según la declaración del Papa. Podemos reflexionar sobre la manera en que podemos vivir nuestra fe y la misericordia de Dios en nuestras vidas.  En el espíritu de Santiago, nuestra fe y nuestras obras buenas y nuestras acciones pueden colaborar juntos en nuestra vida. 

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