Juan el Bautista estaba
con nosotros en la temporada de preparación
de adviento antes de nuestra celebración de Navidad. Hoy, regresamos al
tiempo ordinario. Juan el Bautista está
con nosotros otra vez. En adviento, Juan
estaba con nosotros para preparar el camino para la llegada de Jesús y para su
predicación del reino de Dios. Ahora, Juan está aquí
en nuestro Evangelio para revelar la identidad de Jesús antes de llamar a sus
discípulos.
Para seguir a
Jesucristo no es algo muy fácil. Conocemos
esta realidad muy bien. Necesitamos tener
nuestros corazones abiertos para la verdad y los desafíos del reino de
Dios. Necesitamos dejar
nuestra propia voluntad y nuestro egoísmo para entrar este reino con todos
nuestras fuerzas. Juan proclamaba en el
Evangelio que Jesús era el verdadero Cordero de Dios. Esta proclamación picaba
el interés y la curiosidad de los dos discípulos de Juan. Al mirar estos dos
discípulos de Juan, Jesús daba esta invitación:
“Vengan a ver”.
Todos de nosotros
tenemos una llamada para seguir a Jesucristo como nuestro Señor, como el
Cordero de Dios. El Cordero en la
religión judía de Israel en los tiempos de Jesús era el signo más importante
para dar una ofrenda y un sacrificio a Dios. En nuestra vida de fe
en la Iglesia Católica, necesitamos proclamar Jesús como el Cordero de Dios,
como el sacrificio que nos ganó la salvación y la redención. En las aguas de nuestro
bautismo, entramos en la muerte de Cristo – morimos de nuestros pecados y de la
muerte - y entramos en una nueva vida en
El. Juan el Bautista
reconoció a Jesús como el Cordero de Dios, y nosotros debemos reconocer esta
identidad también en la manera que vivimos nuestra fe. Además, esta identidad
debe tener un impacto importante en nuestra vida. Juan el Bautista era un testigo para nosotros,
para guiarnos a la fe.
Vemos esto en las
lecturas de hoy: las historias de Andrew en el Evangelio y de Samuel en la
primera lectura nos muestran que en nuestra vida como cristianos necesitamos
tener una experiencia personal con Dios. Estamos llamados a
escuchar la forma en que Dios nos llaman hoy y estamos llamados a responder a
esa realidad. Pero no podemos ser
miope en la forma en que vemos nuestra realidad - miope en la forma en que nos
acercamos a nuestra fe. En Andrés y otro discípulo
de Juan el Bautista - si hubieran pensado en el presente y no miramos la
realidad entera, probablemente no hubieran tomado el riesgo de dejar a su
maestro a seguir a Jesús. Tenemos que recordar
nuestro foco: estamos en nuestro camino de fe para el largo plazo, no sólo
mirar al presente. Tal vez enfocamos en el
presente y en el corto plazo, porque estamos abrumados con lo que está pasando
en nuestras vidas. Para muchos de
nosotros, 2014 fue un año difícil, especialmente con el tornado que devastó una
gran parte de nuestra ciudad. Podríamos haber tenido
luchas y desafíos en la escuela o en el trabajo, con nuestra salud o con
nuestras relaciones. Hemos tenido un montón
de cambios y desafíos, y un camino difícil aquí en nuestra parroquia, así el
año pasado. Algunos de nosotros
hemos tenido nuestros sentimientos de dolor a lo largo del camino, o tal vez no
entendemos la necesidad de que los cambios que hemos tenido en nuestra
parroquia. Sin embargo, hay mas de
nuestras necesidades y deseos individuales. Somos sin duda una parroquia muy
diversa. Las necesidades son muchas y variadas. Tal vez no entendemos las
necesidades de los demás o de ver más allá de nuestra propia zona de confort. El panorama general es
eso: construimos el Reino de Dios aquí en nuestra parroquia. Formamos los
discípulos en nuestra parroquia, al igual que Cristo llamó a sus discípulos en
el Evangelio de hoy. Necesitamos mantener nuestro enfoque en lo que es
importante.
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