Monday, August 4, 2014

8/10/2014 – Homilia dominical – Decimonoveno domingo del Tiempo Ordinario - primer libro de los Reyes 19, 9a y 11-13a; Mateo 14, 22 – 33

       En el cuento de Elías que escuchamos hoy en la lectura del primer libro de los Reyes, la palabra de Dios le dijo que Dios va pasará en su presencia.  En nuestro encuentro con Dios en las sagradas escrituras, muchas veces Dios se manifiesta a los hombres con poder y grandeza.  Nosotros, como seres humanos, estamos cautivados en este punto de vista de la grandeza de Dios. Dios pasó en frente de Elías cuando él se refugiaba en una cueva del monte. Elías buscaba la presencia de Dios en su grandeza: en el viento impetuoso, en el terremoto poderoso, y en la tormenta terrible.   Pero, Dios no estaba en estos momentos de poder – El estaba en un momento de silencio, en un murmullo muy suave. Muchas personas en nuestro mundo moderno buscan a Dios en los momentos grandes de su vida.  Pero, muchas veces, Dios está presente en los momentos de silencio y en los momentos ordinarios de nuestra vida.
        Pero, en nuestro Evangelio de hoy, Cristo está presente a los discípulos en una manifestación de poder y en sus capacidades como Dios.   Los discípulos le encontraban en medio de la tormenta en el lago, cuando Jesús caminaba por las aguas.  Los discípulos tuvieron miedo en este momento – se perdieron su fe en Dios y en Jesucristo.   Jesús subió a la barca, y el viento se paró.    Los discípulos conocieron la identidad de Cristo en este momento, y se postraron ante El.   Muchas veces, somos como los discípulos.   Es como no reconocemos la identidad de Cristo en la manera que vivimos nuestra vida de fe.  Muchas veces, somos como Pedro en este momento de su vida en el Evangelio, con una fe comenzado y superficial, con una fe llena de duda y temor.  Muchas veces, podemos decir – “Si, tengo fe en mi Dios, pero no estoy cierto.  Tengo dudas. Tengo miedo. Tengo frustraciones.  Pero, la presencia de Dios está siempre con nosotros en nuestra viaje de fe.   Puede ser como un murmullo, pero puede ser como una tormenta grande.  En su encuentro con Dios, Elías recibió el animo y la inspiración para cumplir su misión como profeta de Dios.  Los discípulos crecieron en su fe, en su conocimiento de la identidad de Jesucristo como nuestro Salvador.  Ellos recibieron la fe para seguir en los caminos de la la misión de Cristo.  Y nosotros también debemos escuchar a la voz de Jesús en nuestra vida, a su presencia que está con nosotros. 
          Yo creo que la manera que ustedes tener la experiencia de Dios en el contexto de su cultura y su identidad hispana es muy importante.  Yo aprendo mucho sobre mi fe en mi relación con ustedes como su párroco.  En su gozo, en su humildad, en su devoción a nuestra Madre, La Santísima y Bendita Virgen María, en su devoción a su familia – ustedes son testigos en nuestra parroquia y en nuestra comunidad de Tupelo.   Es la manera en que ustedes tener una experiencia de Dios en su vida.   No podemos olvidar que Dios habla en una manera distinta en nuestra vida.   No podemos ignorar estas experiencias.  Y podemos utilizarlas para dar un mensaje de justicia y misericordia al mundo. 

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