Thursday, September 12, 2013

9/15/2013 – Lucas 15,1-10 – Vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario -

        El Evangelio de hoy nos cuenta dos hermosas parábolas muy cortas a las que con razón podemos llamar "las parábolas de la misericordia de Dios”.  Escuchamos sobre la oveja perdida y la moneda perdida. Estas dos parábolas  y las otras lecturas de hoy tienen en común la misericordia de Dios y la constancia que produce alegría y gozo en nuestra vida de fe.
         Es fácil para nosotros de pensar que el Evangelio de hoy es el "evangelio para los demás" porque podemos penar: "yo creo en Cristo; estoy convertido; no estoy perdido como la oveja en esta parábola." Es verdad que vienen a solicitar los sacramentos a nuestra Iglesia muchas personas que están en situaciones irregulares, pero es verdad tambiéque hay una ruptura en la relación entre muchas personas que no tienen una conexión con la Iglesia.
         Perdidos, pero ahora encontrados: es el gran anuncio del Evangelio para todos que pasan por el camino de la misericordia para llegar a nuestra alegría y gozo en Dios. Lamentablemente, muchos de nosotros como cristianos sinceros viven nuestra fe como una tortura, como un castigo o como una penitencia.  En la realidad de nuestro mundo, muchas personas viven sin la misericordia de Dios, sin la alegría que tenemos en El.
         Muchas veces, en la vista que tenemos en nuestra vida de fe, queremos poner a cada uno en su sitio: el pecador en su pecado y el convertido y el arrepentido en la gracia de Dios. Puede ser que nos olvidemos con mucha facilidad que en todos los seres humanos hay momentos de estar perdidos y de encuentro.

         Creer en Dios es también creer en su misericordia y en la capacidad del cada ser humano para aceptarla. Nunca podemos subestimar la respuesta de los demás al amor de Dios. Cuando veamos a una persona aparentemente alejada de Dios no podemos desconfiar nunca de su posibilidad de un auténtico encuentro con el Señor. La historia de nuestra fe está llena de pecadores arrepentidos que una y otra ver fueron acogidos por nuestro Dios.  ¿Para nosotros, cómo podemos crecer en esta misericordia de Dios?

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