Saturday, August 27, 2022

28 de agosto de 2022 – Domingo vigésimo segundo del Tiempo Ordinario – Lucas 14:1 y 7-14

      El Evangelio de hoy habla sobre la humildad que necesitamos tener en nuestro viaje de fe como discípulos de Jesucristo.  La palabra "humano" viene de la misma raíz que la palabra "humilde". Las dos palabras proceden del latín "hûmus" que significa "suelo” o “tierra".  Cuando Dios nos creó, no nos hizo desde el cielo – él nos hizo de la tierra.  De la tierra viene nuestra humanidad & nuestra humildad.  Para nosotros como cristianos, la humildad es una característica que siempre debe tener presencia cada día en nuestro camino de fe.

     ¿Como podemos ser humilde en el sentido de nuestro Evangelio de hoy?  Ser humilde no es tener un carácter débil o flojo.  Ser humilde es reconocernos ante Dios y ante nuestros hermanos como somos, sin apariencias, sin imágenes falsas.  Sabemos que el orgullo y la ambición pueden llevarnos a un nivel falso, pero, para ser humildes verdaderos, podemos ser más amados por nuestro prójimo.  En nuestro mundo moderno, muchas personas quieren ser humildes, pero no pueden porque están muy centrados en ellos mismos, on egoístas, porque quieren dar una imagen a los demás que no es verdadera.

     Nuestra pobreza tiene una base en nuestra humildad. No estamos refiriendo a la pobreza sociológica o económica, pero una pobreza de nuestro espíritu a la que todos estamos llamados.  Los pobres del espíritu no son los frágiles. Ellos dependen de Jesús, ellos respetan a Dios y a su prójimo.  Los pobres del espíritu - los humildes - ellos no buscan el reconocimiento por parte de los demás.  Ellos tienen tiempo para dedicarles a crecer por dentro.

     Es el camino de Jesucristo aquí en la tierra que es el mayor ejemplo de humildad que tenemos. Jesús se despojó de sí mismo, haciéndose siervo. Se humilló a sí mismo en la obediencia, hasta la muerte en una cruz. Jesús explica en el Evangelio este domingo que debemos seguir su ejemplo. Si tratamos de exaltarnos, seremos humillados, pero si nos humillamos, seremos ensalzados.

     Tenemos muchos ejemplos de humildad a nuestro alrededor que pueden inspirarnos y animarnos en el camino de fe. Estos ejemplos no viene solo de los santos famosos a quienes honramos en la Iglesia, pero, también, hay ejemplos de fe en la realidad de nuestra vida cotidiana. Inmediatamente, yo pensé en muchas de las hermanas religiosas que yo conocí en mi camino de misionero laico en Ecuador: Hermana Gemma, Hermana Elena, Hermana Julia, Hermana Monserrat, Hermana Celia y Hermana Rosa. Sus nombres aún permanecen conmigo después de más de 20 años. Sirvieron en la selva como hermanas misioneras con los más pobres de los pobres. Nunca pidieron honores o reconocimiento. Nunca pidieron las comodidades que tenemos en Europa or en los Estados Unidos. Esta monjas sirvieron con humildad, generosidad, amor cristiano y caridad. Yo doy gracias por su ejemplo de fe. 

     Necesitamos tener la humildad como la virtud principal de nuestra vida de fe.  El ayuno, la oración, la limosna, las obras de caridad, y cualquier otro bien que podamos realizar: sin humildad no sirven para nada.  Sin una conexión con humildad en nuestra fe, perdemos la riqueza  de nuestra fe.  Podemos reflexionar – ¿como podemos vivir la virtud de humildad en nuestra vida cada día?

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