Este fin de semana, antes de que comencemos la temporada santa de Cuaresma este miércoles con la conmemoración del miércoles de ceniza. Este domingo, escuchamos una porción del sermón de la llanura del Evangelio de Lucas. Jesucristo proclamaba el sermón a sus discípulos en frente de la muchedumbre. Hemos escuchado del sermón de la llanura tres domingos. Las Bienaventuranzas del sermón de la llanura fueron una de las lecturas sobre las que reflexionamos en nuestras sesiones de escucha sinodales. Vamos a tener esta sesión en español después de la misa esta tarde en el centro parroquial. El domingo pasado, escuchamos a Jesús decirnos que amemos a nuestros enemigos, que pongamos la otra mejilla y que no juzguemos para no ser juzgados. Pero, este domingo, escuchamos a Jesucristo decirnos que debemos mirar nuestras propias fallas y errores antes de criticar a nuestro hermano. El mensaje que recibimos de Jesucristo es que la crítica no es mala en sí misma, sino que debe ser una crítica constructiva y positiva.
F. No debemos juzgar a nuestro hermano como una humillación o por nuestra propia justicia, sino ayudar a nuestro hermano en nuestra corrección de él, haciéndolo de una manera útil.
G. Sin embargo, al mismo tiempo, no podemos ignorar la forma en que nosotros mismos necesitamos cambiar, transformarnos, arrepentirnos y crecer. Como dice Jesús, no podemos ignorar la viga en nuestro propio ojo. En el sermón de la llanura, Cristo dijo que demos orar por nuestro enemigo. En el mundo, muchas persona quieren la retribución por su enemigo, no quieren el perdón o la reconciliación. Pero, eso no es una parte de los valores de nuestra fe católica. Queremos la misericordia de Dios por nuestro amigos, por nuestras familiares, por nosotros mismos. Pero, no queremos la misericordia de Dios por nuestros enemigos.
En lugar de mirar para juzgar a nuestro hermano y ver sus faltas, tal vez donde realmente debemos mirar es en las formas en que nosotros mismos debemos cambiar. Seamos dueños de nuestras propias vidas y dejemos de intentar cambiar a los demás. El sacerdote jesuita Padre Antonio de Mello decía: “Cuando yo cambio, todo mi mundo cambia”. No solo eso, cuando nosotros mismos cambiamos, es probable que otras personas también cambien. Pero, aunque ellos no cambien, nuestra actitud hacia ellos no será la misma. Tenemos que mirar a nuestros propios corazones. Una vez más, para citar al padre Anthony de Mello: “La actitud lo es todo”. Sí, nuestra actitud lo es todo, no la actitud de la otra persona. Nuestra propia transformación y renovación son cosas a las que podemos abrirnos, para permitir que la voluntad de Dios nos transforme, nos convierta y nos renueve.
Me gusto mucho la oración de la serenidad que los programas de 12 etapas utilizan, como los alcohólicos anónimos. Esta oración tiene el espíritu del Evangelio este domingo. Esta oración está escrito por el teólogo protestante Reinhold Niebuhr:
Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia.
Viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; aceptando, como lo hizo Jesús, este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz Contigo en la siguiente. Amen.
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