Las tres lecturas que acabamos de escuchar en nuestra misa dominical nos llaman a la justicia en maneras diferentes. Las palabras del profeta Isaías se dirigen a los que están visiblemente heridos y a los que están al margen de la vida, como él proclama al pueblo de Dios: Digan a los de corazón apocado: "¡Animo! No teman….Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán.” Las palabras de Santiago en la segunda lectura hoy son aún más directas, hablando de la división entre ricos y los pobres en la comunidad cristiana de su época.
No es muy fácil para mirar la justicia social en nuestra sociedad. Un amigo me envió un mensaje de texto cuando yo estaba en Chicago por dos días en mi viaje en tren. Él explicó que debo tener mucho cuidado, ya que siempre escuchamos noticias sobre la violencia y los homicidios en los barrios en la ciudad de Chicago. Durante la pandemia, los problemas de justicia social como la pobreza, la atención médica inasequible, un salario digno y la división racial en nuestro país son los temas de conversación nacional. Así como el apóstol Santiago y el profeta Isaías tuvieron que plantear esos asuntos de justicia al pueblo de Dios en su época, es mi responsabilidad como sacerdote católico y nuestra responsabilidad como fieles católicos no ignorar estos temas también. En verdad, no queremos ver los males sociales de la sociedad porque es más fácil aceptar el statu quo y temer al cambio, aunque el cambio es una de las grandes constantes de la vida. La famosa autora católica Flannery O'Connor abordó esto en una de sus cartas: "Toda la naturaleza humana resiste vigorosamente la gracia de Dios porque la gracia de Dios nos cambia y el cambio es doloroso. Escuchamos de un gran cambio en la vida del sordomudo en el Evangelio, cuando Jesús tocó sus oídos y su lengua, clamando a los cielos: "¡Ephphatha!" "¡Ábrete!" El sordomudo quería un cambio en su vida. Quería poder hablar y escuchar. Quería ser parte de su comunidad en el sentido más amplio posible. Afortunadamente, el sordomudo no estaba solo; sus amigos lo llevaron a Jesús; lo alentaron a estar abierto al cambio y a estar abierto a la presencia sanadora de Jesús en su vida. Después de esta curación en su vida, los oídos del sordomudo no solo se abrieron para escuchar, sino que se abrieron a la realidad de Jesucristo en su vida, a la realidad de la salvación y redención que Jesús le ofreció gratuitamente.
El miércoles pasado, el primer día de septiembre, conmemoramos la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que el Papa Francisco estableció en 2015. En una reflexión sobre el teólogo San Alfonso de Ligorio, Papa Francisco pidió una Iglesia madura que sea capaz de responder a nuestros predicamentos morales en el mundo moderno con la formación de "conciencias responsables y misericordiosas." Hay tantos problemas que enfrentamos hoy, pero a menudo, estos problemas se entrecruzan. Necesitamos conversar sobre estos problemas en la Iglesia. El Papa Francisco declara: En estos tiempos, la sociedad se enfrenta muchos desafíos: la pandemia y el trabajo en el mundo post-Covid, el cuidado que se debe garantizar a todos, la defensa de la vida, el aporte de la inteligencia artificial, la protección de la creación, la amenaza democrática, y la urgencia de la hermandad. En este esfuerzo evangelizador, no debemos separar "el grito de los pobres" del "grito de la tierra.”
Yo entré la Iglesia Católica como adulto por muchos razones. El sentido de comunidad que siempre sentí al estar en la Iglesia Católica, el sentido de que todo el mundo está bienvenido en la Iglesia - son dos cosas que conmovía mi corazón cada vez que estaba presente en la Misa, cada vez que recibía la Eucaristía. Estamos llamados a ser verdaderos hermanos en Cristo.
En el espíritu del mensaje de Santiago de no ser exclusivo en nuestra comunidad de fe, de la llamada de Jesucristo a abrir la vida del sordomudo, quería compartir con ustedes un dicho del taller Buenos líderes, buenos pastores que tuvimos en nuestra Diócesis: “Los católicos auténticos del siglo XXI no solo aceptan la responsabilidad de su propio camino de fe; también contribuyen al camino a su prójimo. Ellos son desinteresados en sus esfuerzos, son caritativos en sus actividades y son dedicados en su tiempo.” Debemos estar abiertos a la forma en que nuestro Señor nos llama hoy en su Santa Palabra, una llamada a ser comunidad y a practicar la justicia, no solo en nuestro propio camino de fe, sino en los caminos de nuestros hermanos.
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