Thursday, September 24, 2020

27 de septiembre de 2020 – la homilía del Domingo XXVI de tiempo ordinario - Ciclo A – Mateo 21, 28-32; Ezequiel 18, 25-28; Filipenses 2,1-11.

     ¿Como podemos tener una conversión en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra realidad? Las lecturas de hoy hablan sobre este tema.  El profeta Ezequiel habla sobre la responsabilidad personal que necesitamos tener en la vida de fe, una responsabilidad de convertir el alma a Dios. Recibimos el don de salvación de nuestro Salvador, un don que recibimos gratis, un don que no ganamos por nuestras acciones y nuestras obras. Según Ezequiel, nuestras obras y nuestro camino de fe tienen consecuencias por nuestra salvación, especialmente si no nos arrepentimos de nuestros pecados y nuestras debilidades. 

         En el Evangelio de hoy, tenemos un lección sobre nuestra responsabilidad  también. No es suficiente para seguir nuestro Señor y sus mandamientos sólo con nuestras palabras y nuestros pensamientos, pero es necesario que nuestras obras y nuestra acciones acompañen nuestras palabras. Sin cambios en nuestra vida, no es una verdadera conversión. Por esta razón, según el Evangelio de San Mateo, los publicanos y las prostitutas precederán a los maestros de la ley en el Reino de Dios. Las prostitutas y los publicanos dijeron “no” en sus palabras y en sus vidas a la voluntad de Dios antes de su conversión a Dios, pero después, en el gran cambio en su vida de fe, ellos  siguen nuestro Señor en su plenitud.  Los maestros de la ley dicen que ellos siguen el camino de fe, pero no sienten la necesidad de convertirse y de hacer penitencia por los pecados en su vida. Con sus palabras, ellos dicen “sí” a Dios, pero en sus obras y sus acciones , ellos dicen “no.” 

      En la carta a los Filipenses, Pablo quiere animar a esta comunidad de fe, diciéndoles que ellos sean iguales en mente, en corazón y en amor por Cristo. Sin embargo, con todo el entusiasmo que podamos tener por nuestra fe, no debemos vivir nuestra fe con arrogancia y orgullo, no debemos dominar nuestra fe sobre los demás, sino que debemos vivir de la misma manera que Jesús vivió: con  humildad, como siervo, sin gloria para sí mismo, con la proclamación del reino de Dios en todas las cosas.


       San Pablo vio la esperanza, el gozo y el aliento en su fe, en la nueva vida que él tenía en Cristo.  En nuestro mundo moderno, podemos seguir el mismo camino de discipulado que recorrió Pablo, podemos encontrar pedazos de esperanza, gozo y apoyo en nuestras dificultades, desafíos y sufrimientos.


     Todavía estamos en medio de la pandemia de COVID-19. La temporada de la gripe ya está comenzando. El invierno y el frío vienen. Todos debemos seguir siendo cuidadosos y tomar medidas de seguridad para protegernos a nosotros mismos, a nuestros familiares y a nuestros vecinos. Sin embargo, todavía necesitamos escuchar la llamada la fe, la llamada a santificar el día del Señor, la llamada a ser parte de nuestra comunidad parroquial. Para la mayoría de nosotros, es seguro asistir a misa, ya sea una de las misas diarias durante la semana, una misa autocine el fin de semana o una misa tradicional en la iglesia el domingo en español. Tenemos algunas actividades maravillosas de formación en la fe en las que podemos participar tanto virtualmente como en persona. Dios todavía nos llama en medio de las dificultades y desafíos que enfrentamos hoy. Debemos responder con fe y con amor.

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