El Evangelio de hoy habla sobre la humildad que necesitamos tener en nuestro viaje de fe como discípulos de Jesucristo. La palabra "humano" viene de la misma raíz que la palabra "humilde". Las dos palabras proceden del latín "hûmus" que significa "suelo” o “tierra". Cuando Dios nos creyó, no nos hizo desde el cielo – el nos hizo de la tierra. De la tierra viene nuestra humanidad & nuestra humildad. Para nosotros como católicos, la humildad es una característica que siempre tiene que estar presente cada día en nuestra vida de fe.
¿Como podemos ser humilde en el sentido de nuestro Evangelio de hoy? Ser humilde no es tener un carácter débil o cobarde o flojo. Ser humilde es reconocernos ante Dios y ante nuestros hermanos como somos, sin apariencias, sin imagen falsa. Sabemos que el orgullo y la ambición pueden llevarnos a un nivel falso, pero, para ser humildes verdaderos, podemos ser más amados por los demás. En nuestro mundo moderno, muchas personas quieren ser humildes, pero no pueden porque están muy centrados en ellos mismos, porque quieren dar una imagen a los demás que no es verdadera.
Nuestra pobreza tiene una base en nuestra humildad. No estamos refiriendo a la pobreza sociológica o económica, pero una pobreza de nuestro espíritu a la que todos estamos llamados. Los pobres del espíritu no son los frágiles. Ellos dependen de Jesús, ellos respetan a Dios y a su prójimo. Los pobres del espíritu - los humildes - ellos no buscan el reconocimiento por parte de los demás. Ellos tienen tiempo para dedicarles a crecer por dentro. Los humildes - los pobres del espíritu - tienen Cristo en el centro de su vida.
Necesitamos tener la humildad como la virtud principal de nuestra vida para viajar en el camino de fe. El ayuno, la oración, la limosna, las obras de caridad, y cualquier otro bien que podamos realizar. Sin humildad no sirven para nada. Sin una conexión en nuestra fe, pierden su riqueza. Podemos reflexionar – ¿como podemos vivir la virtud de humildad en nuestra vida de fe?
Quiero terminar con un dicho del Padre Tomás Keating sobre la humildad. Para mí, este dicho tiene la esencia de la humildad en nuestra vida de fe: “La humildad es una actitud de honestidad con Dios, con nosotros mismos y con toda la realidad. La humildad nos permite estar en paz en presencia de nuestra impotencia y ignorancia y nos permite descansar en la falta de memoria en nosotros mismos.
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