Saturday, May 28, 2016

29 de mayo de 2016 – Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo – Lucas 8,11b-17

     Hoy celebramos el cuerpo y la sangre de Cristo.  Celebramos el cuerpo y la sangre de Cristo – la presencia de Cristo – que recibimos en la santísima Eucaristía cada vez que vamos a la misa.  Celebramos el cuerpo de Cristo que formamos en la Santa Iglesia.
       Hoy, el Evangelio nos da el milagro de la multiplicación de los panes y las peces a la muchedumbre hambrienta.  Ellos tienen hambre física.  Ellos tienen hambre en sus espíritus.  En la presencia de su cuerpo y su sangre, él satisface el hambre de la muchedumbre.
       Hay una estadística muy triste en nuestra iglesia.  Muchos católicos no creen en la presencia verdadera de Cristo en el cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía.  Muchos católicos no conocen que la Iglesia enseñan que la Eucaristía es la presencia verdadera de Cristo. Hay muchos católicos que no vienen a la misa cada domingo para recibir la eucaristía.   Hay muchos católicos que no participan activamente en la vida de la Iglesia – el cuerpo de Cristo – en la vida de su parroquia. 
        Esta semana, yo estaba muy enfermo.  Yo pasaba 3 días en la cama con un virus. Estoy mejor, pero no estoy 100% perfecto.  Recuerdo una vez cuando estaba muy enfermo con una fiebre tropical en las misiones.  Era tarde por la noche, 10 minutos antes de que la misa estaba empezando.  Yo estaba enfermo durante mucho tiempo.  He tenido problemas con mi experiencia misionera, tanto mental como físicamente.  Fui a la misa en nuestro centro misionero cada noche después de un día lleno de trabajo. La Eucaristía fue una luz que brillaba para mí en medio de la oscuridad y las luchas y los desafíos de mi vida misionera.  La Eucaristía me dio alimento y sustento, para continuar al nuevo día, no importa las dificultades que tenía.   Con todo mi corazón, yo necesitaba tener la misa y la Eucaristía esta noche en la mitad de realidad de mi vida.   Pero, en la cama, con mi enfermedad, yo estaba capaz de salir e ir a la misa.  Me sentía tan solo y desamparado. Cristo en la Eucaristía estaba tan cerca, pero tan lejos al mismo tiempo.  Yo quiero recordar el deseo que yo tenía como misionero para recibir Cristo en la Eucaristía. Todos debemos tener el deseo para tener la Eucaristía en nuestras vidas, un deseo que nunca termina.

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