La Cuaresma comienza hoy con
el Miércoles de Ceniza. La Cuaresma es un tiempo
de oración, penitencia y ayuno. Es cuarenta días que
marca para la conversión del nuestros corazones. Las palabras que se
usamos para la imposición de cenizas son: “Arrepiéntete y cree en el
Evangelio”. De nuestros pecados, de
nuestros culpas, de nuestros errores, necesitamos el arrepentimiento. En Israel, los judíos
acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y como signo de
su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios. En los primeros siglos de
la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación
el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la
comunidad vestidos con un hábito penitencial,
representando la voluntad de convertirse.
En sus enseñanzas en el
Evangelio de hoy sobre las obras de piedad y la manera de orar, Jesús nos
enseña sobre el reino de Dios. ¿Qué es el Reino de Dios? Es decir que la voluntad
de Dios se realice en la vida de cada uno de nosotros, viviendo como Dios
quiere que vivamos. El Reino de Dios se nos
manifiesta y se hace presente en el mundo a través de Cristo. El Reino de Dios es hacer
en todo momento lo que agrada a Dios y hacer siempre lo que Dios nos manda. Este Miércoles de Ceniza,
Jesús nos invita a hacer presente en nuestra vida el Reino de Dios. El nos invita a abrir
nuestros corazones a lo que Dios quiere y espera de nosotros. Jesús quiere que nuestra
vida se realice de acuerdo a los planes de Dios; por eso, necesitamos vivir una
conversión.
Conversión quiere decir
“cambios” en nuestras vidas - cambios en el modo de vivir en nuestras
relaciones con nosotros mismos - cambios en el modo de vivir nuestra relación con
nuestro prójimo y con Dios.
“Arrepiéntete y cree en
el Evangelio”. Creer en el Evangelio no
significa simplemente estar de acuerdo con lo que nos dice la Palabra de Dios. Significa ponerlo en
práctica; vivirlo; hacerlo vida. El camino que nos lleva a
vivir el Reino de Dios, por lo tanto, es la conversión. No hay otro camino. Todos nosotros somos
responsables del mal y del pecado que llena actualmente el mundo. Si queremos que las cosas
cambien, necesitamos empezar a cambiar nuestra propia vida.
La Cuaresma que ahora
comenzamos es un tiempo de gracia. Es un tiempo de
salvación. Dios nos da la
oportunidad y los medios que necesitamos para emprender un cambio y una
renovación en nuestra vida personal y comunitaria. Aprovechemos la ocasión
que se nos presenta.
San Pablo nos decía hoy en
su segunda carta a los corintios: “En nombre de Cristo les pedimos que se
reconcilien con Dios.” Nos recuerda que Cristo
entregó su vida por nosotros. El nos quiere como
verdaderos hijos y hijas de Dios. Eso es nuestro papel como
discípulos de Cristo cada día de nuestro camino de fe.
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