Saturday, October 24, 2015

23 de octubre de 2015 - el Viernes XXX del Tiempo Ordinario - San Juan Capistrano - Lucas 12: 54-59

      Un teólogo suiza - Karl Barth - dijo que un párroco que predica la Palabra de Dios necesita tener la Biblia en un mano y el periódico en otra mano.  Si, debemos tener una relación entre la palabra de Dios y la palabra del día.  Ellas están intrínsecamente unidas en nuestra camino de fe.  El Segundo Concilio Vaticano lo entendió así, explicando en Guadium et Spes: "En todo momento, la Iglesia tiene la responsabilidad de leer los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio ". Hoy, en el Evangelio de San Lucas, hay personas que pueden interpretar el clima con las nubes y otros aspectos de la tierra, pero no están capaces de discernir los signos que Jesús tiene en su proclamación del reino de Dios.  Tenemos esta realidad también.  Estamos avanzados con la tecnología y la ciencia, pero tal vez no podemos reconocer los signo que Dios pone en nuestro mundo.  Según nuestra Iglesia, tenemos la llamada de tener un diálogo con nuestra mundo moderna y para infundir el mundo con nuestra fe. Sin embargo, tenemos la llamad de quedar fieles al mensaje original de Jesucristo y el mensaje predicado por los apóstoles.
     Ayer, celebramos el Santo - San Juan de Capistrano. Juan de Capistrano, que nació en Italia en el siglo XIV, trabajaba como abogado y como gobernador de la región de Perugia en Italia antes de su ordenación como sacerdote franciscano. Él vivió su sacerdocio en el la época de la peste bubónica en la que más del 40% de los sacerdotes en Europa se murieron. No podemos imaginar el terror que el pueblo tenía en sus corazones con la realidad de su mundo.  Pero con su predicación de la Palabra de Dios y el Reino de Dios, San Juan de Capistrano puso la esperanza y el amor de Dios en los corazones del pueblo también.  John incluso ayudó a llevar a cabo una reunión de las Iglesias griegas y armenias, aunque sólo duró brevemente.
       Podemos rezar hoy al Señor que podemos ser capaces de interpretar auténticamente la palabra de Dios a través de los signos de nuestra época, sin dejar de ser fiel a la verdad y la sabiduría del mensaje de los apóstoles y el mensaje del Evangelio de Jesucristo.

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