Friday, April 3, 2015

4/3/2015 – Viernes Santo – Juan 18,1-19,42

       Desde los primeros año de la Iglesia, en la liturgia de Viernes Santo, no se celebraba la Eucaristía – no hay una misa. Solamente tenemos una celebración de la Palabra y la Comunión.  La Iglesia está de luto.  Es el día de la Cruz.  Es el día que los fieles dan veneración a la cruz de Jesucristo.
Por eso, el Altar está vacío: sin mantel, sin velas, sin el Cuerpo de Cristo.
       Sin duda que este vacío del altar nos ha llamado la atención. Es la imagen de nuestra soledad y nuestros sufrimientos y nuestro viaje con Cristo a su cruz.  Al escuchar hoy la narración de la Pasión y la muerte de Cristo del Evangelio de San Juan, podemos reflexionar: ¿Cómo es posible que Dios permita que su Hijo amado tiene estos sufrimientos y esta pena?
  ¿Si Dios nos ama, por qué permite que nosotros lloremos hundidos en el sufrimiento, cuando Dio, que es todopoderoso y omnipotente, puede evitarnos las lágrimas, la tristeza y el dolor?
  El mismo Jesucristo, el Hijo Unigénito, el Amado del Padre, se hizo hombre como nosotros. Como hombre, Cristo conoció el hambre, la sed, el cansancio, la injusticia, la soledad.  El tuvo que sufrir la muerte como parte de su condición humana.

         En la pasión de Cristo nos encontramos diversas actitudes y emociones: la ira, la traición, la cobardía, la injusticia, la arrogancia, los celos, la manipulación, y el egoísmo. Por eso, decimos que en la realidad de la cruz de Cristo, podemos unir la realidad y las emociones que tenemos en  nuestra propia cruz, porque la cruz de Cristo es la cruz de la condición humana.  La muerte es una parte de nuestra condición humana.  El pecado es una parte de nuestra condición humana.  Pero, la muerte de Cristo es diferente - es una muerte victoriosa porque vence a la muerte en su propio terreno.  Hoy, por supuesto, conmemoramos una muerte dolorosa, injusta y cruel hasta el extremo.   Pero, es una muerte con sentido. Es una muerte que cambió todo en la historia del mundo.  Con su muerte, Cristo salvó a la humanidad y nos preparó para nuestro reencuentro con Dios, para nuestro unión con Dios.

         Jesús en la cruz nos redime.   Jesús en la cruz nos rescata de la esclavitud del pecado.  Jesús en la cruz perdona nuestras culpas y nos da la salvación.  En este acto de amor tan grande, que Jesús realiza sin esperar nada a cambio, nuestro agradecimiento debe nacer de nuestra libertad y amor.

         Si Cristo nos ha amado hasta el extremo de darnos vida, hemos de amarlo poniendo en su servicio todo cuanto somos y tenemos.  Por eso, la cruz es una parte esencial de nuestra identidad como cristianos.
  Esa cruz da sentido a nuestra vida y a nuestra muerte. Hoy, hay la muerte y la cruz.  Hoy, hay la veneración de la cruz de Cristo. Pero, no es toda la historia.  Mañana, viene la resurrección y la vida eterna.  Es el misterio pascual de Cristo.  Es nuestra nueva vida en El.  

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