Hoy,
en el Evangelio, escuchamos sobre San Tomás el Apóstol y sus experiencias con
Cristo resucitado. Tomás no estaba presente cuando Jesús se apareció a sus discípulos en la casa
con las puertas cerradas. Entonces,
Tomás hizo una declaración famosa a los demás apóstoles: "Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos
y no meto mi mano en su costado, no creeré.” De
hecho, Tomás tocó a las manos de Jesús y su costado cuando apareció de nuevo a
los discípulos una semana después. A través de este encuentro con el, Tomás
estaba capaz de creer en Jesús y la resurrección. Sin embargo, este incidente
que mostró el escepticismo de Tomás le gana el título “el incrédulo". Pero,
este título no cuenta toda la historia sobre él. Tomás se convirtió en misionero. Llevó el Evangelio a la gente de la India y
murió como mártir de la fe. Tomás tenía dudas, pero muchos de nosotros tenemos dudas en algunos momentos de
nuestra vida. Podemos recordar Tomás como creyente, no solo como incrédulo? Tomás dudó, pero con sus dudas le llevó a tocar las heridas de Jesús. Al tocar
esas heridas le llevó a la creencia. En
esta historia de Tomás, vemos la misericordia y la gracia de Dios. Tomás creció en sus duda y se convirtió en un verdadero testigo de la fe en
esas simples palabras: "¡Señor mío y Dios mío!"
Al
celebrar la Divina Misericordia de Dios por nosotros, debemos darnos cuenta que
tenemos una responsabilidad. Somos testigos del amor y la misericordia de Dios en el mundo, para hacerlo con
toda la sinceridad de corazón. Es
el deseo del Papa Francisco para nosotros, los fieles. Apenas el mes pasado, el
cuarto domingo de Cuaresma, el Papa declaró el Año Jubilar de la Misericordia –
comienza con la solemnidad de la Inmaculada Concepción - el 8 de diciembre de
este año – y continua hasta la celebración del Cristo Rey el 20 de noviembre de
2016. El
Papa quiere que la celebración de este Santo Año Jubilar da testimonio de la
Iglesia a la misericordia de Dios. Confiamos en que este Año Santo de la Misericordia será un don para nuestra
Iglesia y para el mundo. Podemos sentirnos la misericordia de Dios en nuestros corazones hoy al celebrar
esta temporada de Pascua con esperanza y alegría.
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