Wednesday, October 30, 2013

11/3/2013 – trigésimo primera domingo del tiempo ordinario - Lucas 19, 1-10

     Hoy, en el Evangelio, escuchamos el cuento de Zaqueo y su conversión.  Zaqueo era muy rico y no bien mirado por la gente de su pueblo. Zaqueo era cobrador de impuestos y ya sólo eso significaba una fuerte distancia entre él y los campesinos y los pobres. Nos dice que Zaqueo "quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle".
      Conocemos el deseo que Zaqueo tenía en el Evangelio, la necesidad que el sentía en su corazón   Pero: ¿que es la necesidad de Jesús en nuestro mundo hoy? ¿Que es el deseo para conocer a Jesús que tenemos en nuestros corazones? ¿Quiere la gente de nuestro mundo conocer al Salvador? Yo creo que sí. Zaqueo subió al árbol para ver nuestro Señor.  Zaqueo hizo un fuerzo muy grande para tener este punto de vista?  Y para nosotros – las discípulos de Cristo en el mundo moderno - ¿Que son los "árboles" que podemos subir para descubrir la presencia de Jesucristo en nuestra vida, para estar mas cercana de El y sus enseñanzas? 
       En verdad, podemos decir que Zaqueo representa a una parte de nosotros, una parte de la humanidad. Zaqueo es rico, tiene un buen trabajo, tiene riquezas materiales, pero su vida falta algo, su vida falta mucho. El Evangelio no nos dice por qué este hombre tan rico quería conocer a Jesús. ¿Qué necesidades tenía el rico de lo que Jesús le podía ofrecer? Creo que él no era feliz, que había un espacio vacío en su vida, en su corazón.

         Antes de su encuentro con Jesús, Zaqueo era un hombre muy rico, pero después de su conversión, era salvado.  Con su conversión de fe, el aprendía como uno puede poner las riquezas exteriores en su sitio proprio para dar la prioridad a las riquezas de su espíritu.   Zaqueo creció en la solidaridad con los pobres, en la justicia social. Se dio cuenta que convertirse es descubrirse ante Dios, ante el mismo, ante los pobres y los débiles del mundo. La luz de nuestro Evangelio  de hoy es que este hombre rico se hizo pobre para hacerse rico. Lo dicho: la salvación empieza con una conversión que nunca termina, con una conversión que puede penetrar la realidad de nuestra vida.

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