Thursday, October 24, 2013

10/27/2013 – trigésimo domingo del tiempo ordinario – Eclesiástico 35:15-17, 20-22 , Salmo 34,2-3, 17-18, 19, 23; Lucas 18,9-14

     Cuando trabajaba como misionero en Canadá, trabaja en un comedor popular en la cuidad de Winnipeg.  Mi primera vez allí cuando empecé mi trabajo, estaba durante la celebración de Navidad.  El himno preferible para ellos era “Amazing Grace” – “Sublime Gracia.”  Este grupo de prostitutas, personas de la calle, y drogadictos cantó – “Sublime Gracia del Señor que a un infeliz salvo, Fui ciego mas miro yo perdido y El me hallo.  Los miembros de este grupo era las personas mas humilde en la sociedad.  Ellos vinieron a Dios en su pobreza y en su humildad, in las circunstancias duras de su vida diaria.  Me quedo atónito como ellos alababan a Dios con mucho gozo en la mitad de su miseria y sus sufrimientos. 
     El salmista dice hoy – “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.”  Pero, ¿que significa esta frase?   En la primera lectura, escuchamos la sabiduría de Sirácide. Vivía en Egipto dos siglos antes del nacimiento de Cristo. Sus alumnos eran de la familias ricas, pero Sirácide explicaba a estos chicos que Dios no escuchaba sus oraciones automáticamente porque eran privilegiados.  También, Dios escucha específicamente a los pobres porque tiene una ternura especial para ellos.
    Tenemos la llamada de venir a Dios en nuestra pobreza del espíritu.  Este significa que no debemos tener un sentido de soberbia como el fariseo en el Evangelio.  Si tenemos el foco siempre en nosotros mismos, en nuestro sentido de derecho, entonces no podemos mirar las maneras que Dios trabaja en nuestra vida.  Cuando venimos a Dios en nuestras oraciones con humildad, podemos darnos cuenta que todo empieza con el, podemos darnos cuenta que nuestra bondad viene de El, la fuente de la bondad en la creación.   
     Podemos reflexionar sobre el grito de los pobres que debemos escuchar.  Podemos reflexionar sobre el mes de octubre – el mes del respeto de la vida, el mes de las misiones y el espíritu misionero de la Iglesia, el mes del rosario.  Podemos recordar la humildad del publicano en el Evangelio de hoy con la humildad que él puso en las manos de Dios, con su rendición a la voluntad de Dios. Podemos orar esta mañana que nosotros podemos buscar la voluntad de Dios como lo hizo el publicano.  Y que podemos pasar estas bendiciones a nuestro prójimo en un espíritu de humildad y de ternura. 

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