Amós era un hombre sencillo y trabajador que vivió en el reinado del rey Uzías del reino de Judá ocho siglos antes del nacimiento del Cristo. Amós era pastor y segador de higueras. En esta época, los ricos prosperaron con sus riquezas, sin preocuparse por la vida de los pobres. Dios llamó a Amós para servir como profeta, para llamar la atención sobre la forma en que el pueblo quebró su convenio con Dios, sobre la corrupción y las injusticias. Amós llamó al pueblo a la misericordia, la compasión y la integridad. Amós declaró que Dios no aceptaría la explotación de los débiles y los vulnerables de la sociedad.
Al igual que la lectura del profeta Amós, las otras lecturas este domingo nos ayudan a reflexionar sobre la forma en que estamos llamados a vivir discípulos de Cristo con justicia y misericordia. Necesitamos cuidar los tesoros, los dones y los talentos que tenemos en el camino de fe. Debemos respetar el convenio que Dios ha hecho con nosotros. Como discípulos de Cristo, debemos crecer y aprender constantemente en el camino de fe. Este domingo, reconocemos el Domingo Catequético en el calendario de la Iglesia. Reconocemos la importancia de la educación religiosa y la formación en la doctrina de la Iglesia. Reconocemos los hombres y mujeres que sirven a nuestra comunidad como líderes y maestros en las clases de la doctrina. Aquellos que nuestra comunidad de fe ha elegido para servir como catequistas y maestros serán llamados hoy en Misa para recibir una bendición en su ministerio.
El tema este año para el Domingo Catequético es: “Este es mi cuerpo entregado por vosotros” del Evangelio de San Lucas. En verdad, necesitamos tener mas formación sobre el significado de la Eucaristía. Como sacerdote, yo predico mucho sobre la Eucaristía y la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero tal vez no hablamos lo suficiente. El Catecismo afirma que la Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida cristiana. Como fuente, esto significa que el centro de nuestra espiritualidad cristiana debe brotar de la Eucaristía como su fuente, como la luz brota del sol. Como cumbre, esto significa que la espiritualidad cristiana tiene la Eucaristía como punto culminante, la cumbre hacia la cual debemos dirigir todas nuestras acciones.
La palabra “eucaristía” proviene de la palabra griega “eucharistia” que significa acción de gracias. En la celebración de la Eucaristía en la Misa, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo por el poder del Espíritu Santo y la instrumentación del sacerdote. Cristo entero está verdaderamente presente: en su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, bajo las apariencias del pan y del vino, el Cristo glorificado que resucitó de entre los muertos. Esto es lo que quiere decir la Iglesia cuando habla de la "Presencia Verdadera" de Cristo en la Eucaristía. En la hostia que recibimos en la Misa en la Eucaristía contiene esa verdadera presencia del cuerpo y la sangre de Cristo.
Nuestros catequistas y maestros de educación religiosa recibieron una bendición especial hoy en la Misa en ingles esta mañana. Nosotros, nuestra parroquia, tenemos una gran responsabilidad en nuestro programa de educación religiosa y formación en la fe. Pero me gustaría terminar esta homilía afirmando esto que enseña la Iglesia Católica, que se expresa en el Compañero del Catequista Diocesano: “Los padres son los primeros maestro religiosos de sus hijos.” Los padres deben ser los primeros maestros de sus hijos en educación religiosa, y los mejores maestros. La Diócesis afirma que: “Los padres y la parroquia actúan en colaboración en la preparación sacramental (y educación religiosa) de los niños (y jóvenes).” Todos nosotros debemos colaborar juntos en esta misión para que nuestro programa de las clases de doctrina. Como sacerdote, en verdad, es importante celebrar el Domingo Catequético aquí en nuestra parroquia, para hablar sobre la importancia de la educación religiosa en la vida de fe.
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