El nombre Nikolai Ivanovich Bukharin no significa nada para nosotros, pero en un momento fue uno de los hombres más poderosos del país de Rusia. Era uno de los líderes de la Revolución Bolchevique en 1917 y el editor del periódico soviético PRAVDA durante muchos años. También era miembro del Politburó de los lideres del gobierno de Rusia. Sus obras marxistas en economía y ciencias políticas todavía se estudian en las universidades. Se cuenta una historia sobre un viaje que hizo de Moscú a Kiev en 1930 para dirigirse a una gran asamblea de comunistas sobre el tema del ateísmo. Dirigiéndose a la multitud, atacó al cristianismo con todas sus fuerzas, lanzando insultos, argumentos y pruebas contra la religión cristiana. Una hora más tarde terminó su conferencia. Bukharin miró a la gran audiencia y preguntó: "¿Hay alguna pregunta?" Un silencio ensordecedor llenó el auditorio. Después de mucha silencia, un hombre humilde se acercó a la plataforma y subió cerca del líder comunista. El hombre inspeccionó a la multitud primero a la izquierda y luego a la derecha. Finalmente, gritó el antiguo saludo bien conocido en la Iglesia Ortodoxa Rusa: "¡CRISTO HA RESUCITADO!" Toda la multitud se levantó y gritó a una sola voz: "¡CIERTO HA RESUCITADO!" Bukharin no supo cómo responder, así que abandonó el escenario en silencio. Había aprendido la lección de que la fe en la resurrección de Cristo estaba profundamente arraigada en la gente de Rusia y Ucrania. La Pascua, la fiesta de la resurrección, nos da el mensaje gozoso de que somos un “pueblo de la resurrección.” Esto significa que se supone que no debemos estar enterrados en la tumba. Debemos vivir en el gozo de la resurrección cada día en nuestro camino. Con lo que está pasando hoy entre Rusia y Ucrania, esta es una historia muy relevante.
En esta alegre mañana de Pascua, profesamos el misterio de nuestra fe: ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡CRISTO HA RESUCITADO EN VERDAD! Profesamos en nuestra fe que Cristo estuvo muerto y fue sepultado. Creemos este misterio de fe sin ninguna duda. Sin embargo, también creemos que la muerte no es la respuesta final, que nuestro salvador Jesucristo resucitó de entre los muertos y volverá en gloria.
Este domingo escuchamos la Buena Noticia de que ninguna tumba puede detenernos: ni la tumba de la desesperación, ni del desánimo, ni de la duda, ni de la muerte. En cambio, abrazamos el mensaje de la Buena Noticia de alegría y paz, poniendo nuestra esperanza en el Señor resucitado en todos los acontecimientos y en toda la realidad de nuestra vida cotidiana. En verdad, este es el día que hizo el Señor; estamos llamados a gozarnos y alegrarnos. La presencia viva del Señor resucitado nos da paz duradera y gozo celestial en medio de las frustraciones, desilusiones, sufrimientos, dolores, y tensiones de nuestra vida cotidiana.
Este Cristo resucitado está presente para nosotros en los momentos ordinarios de nuestra vida cotidiana de fe, en su Iglesia, en la Eucaristía que recibimos y en la vida eterna que nos espera en el cielo. En todas estas formas, Cristo resucitado está para darnos sentido y plenitud. Nuestra confianza en la presencia omnipresente del Señor Resucitado nos da fuerza para luchar contra las tentaciones, nos libera de nuestras preocupaciones y miedos. La oración de San Patricio, el Apóstol de Irlanda, nos asegura: “Cristo delante de mí, Cristo a mi lado, Cristo dentro de mí, que nunca se separe”.
La alegría del Domingo de la Resurrección nos recuerda que aunque podamos experimentar la muerte del Viernes Santo en nuestra vida, también experimentaremos la alegría del Domingo de la Resurrección, en la medida en que Jesús nos hará partícipes del poder y la gloria de su resurrección. Cada vez que demostramos nuestro amor por los demás, compartimos la Resurrección. Cada vez que enfrentamos una traición a la confianza y, con la gracia de Dios, perdonamos al traidor, compartimos la resurrección. Cada vez que fallamos en nuestros intentos de evitar las tentaciones, pero seguimos tratando de vencerlas, compartimos la resurrección. Cada vez que seguimos esperando, incluso cuando nuestra esperanza parece no tener respuesta, compartimos el poder de la resurrección de Jesucristo. En otras palabras, el mensaje de Pascua es que nada puede destruirnos: ni el dolor, ni el pecado, ni el rechazo, ni la traición, ni la muerte. Cristo ha conquistado todo esto. Nosotros también podemos conquistarlos si ponemos nuestra fe y confianza en él.
¡Cristo ha resucitado! Él ha resucitado. Bendiciones y alegría para ti en esta mañana de Pascua.
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