Los discípulos traten de dar sentido a lo que sucedió con su maestro Jesucristo. En el Evangelio de Juan, después de que Jesús se aparece a María Magdalena en la tumba vacía, después de que se aparece a los discípulos en la habitación cerrada, llegamos al Evangelio este domingo en el Mar de Tiberíades. Aunque Jesús ya se había aparecido a los discípulos, el Evangelio implica que habían dejado Jerusalén y habían regresado a Galilea para regresar a su manera de vivir como pescadores. Todavía no podían entender la resurrección. Huyeron atemorizados.
Una cosa que me llama la atención en el Evangelio este domingo es la estructura de la Eucaristía que está presente. Este extranjero, que aún ellos no se dan cuenta de que es el Señor, les prepara una comida de pan y pescado asado. Sin Jesucristo, no podían tener estos pescados para comer. Como Jesús nos invita a todos en la Eucaristía a “tomen y coman”, les dice a los discípulos que vengan a desayunar con él en una comida que ha preparado especialmente para ellos. Cristo y los discípulos comparten lo que tienen, comiendo en solidaridad como una comunidad. Esta es una escena tan sencilla, una hermosa imagen de la Iglesia.
Otra cosa que me llama la atención en el Evangelio es la interacción entre Jesús y Pedro. Jesús y Pedro se reconcilian en su diálogo. En la Última Cena Pedro proclamó que era más fiel que los otros discípulos, diciendo que estaba listo para ir a la cárcel con Jesús, incluso a la muerte, Pedro solo negó tres veces que nunca tuvo nada que ver con Jesús. Ahora, de la manera más suave y bondadosa, el Señor resucitado le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?” Así como Pedro antes había negado a Jesús tres veces, en respuesta a las tres preguntas de Jesús, Pedro afirma tres veces que lo ama. El Señor resucitado hace que Pedro y los demás discípulos se den cuenta de que son ellos los que deben continuar con la misión de Jesús de apacentar las ovejas. Esa es una misión que nosotros, la Iglesia, continuamos hasta el día de hoy. En los días antes del Concilio Vaticano Segundo, muchos miembros de la Iglesia pensaban que era una misión reservada a los obispos, sacerdotes y miembros consagrados de las comunidades religiosas. Pero los padres, los catequistas y todos los miembros de la Iglesia, incluso nuestros jóvenes y nuestros niños, comparten hoy esta misión. La Iglesia proclama hoy que todos debemos evangelizar el mundo con el mensaje del Evangelio.
Mientras escuchamos este maravilloso Evangelio, tuvimos una Misa ayer por la tarde para los niños que recibieron su primera comunión. La mayoría de estos niños son miembros de nuestra comunidad hispana. Siempre tengo mucha alegría para celebrar la primera comunión con nuestros niños; siempre están tan emocionados de recibir a Cristo en la Eucaristía por primera vez. Puedo mirar la alegría en sus ojos y en sus rostros, seguro que saben en el entusiasmo y conocimiento de un niño lo que están recibiendo. Para estos niños, Cristo resucitado es una verdadera realidad en sus vidas. En nuestro programa de la doctrina de la Catequesis del Buen Pastor por los niños, Jesús es el Buen Pastor que cuida su rebaño y que encuentra a la oveja perdida.
Aquí está la oveja perdida. Incluso tiene un nombre: ¡se llama Uno! A. Es la mascota de nuestro servicio de correo electrónico. Nosotros, como seres humanos, somos como las ovejas que pueden perderse, lastimarse o sentirse solitos. Eso puede incluir a algunos de nosotros sentados aquí en las bancas de nuestra iglesia en este momento. Así como Jesucristo llamó a Pedro y a los discípulos a continuar su misión de alimentar a sus corderos y cuidar a sus ovejas, nosotros estamos en esta misión para conectarnos con aquellos que están perdidos, heridos o solitos, para acercarnos a ellos y acercarlos a Cristo. Esta mascota Uno representa la oveja perdida.
Ahora los discípulos debían regresar a Jerusalén donde comenzaron a proclamar lo que la vida, las palabras, el ministerio, el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús significaron para ellos y para todos los seres humanos. La primera lectura de Hechos de los Apóstoles muestra a Pedro y a los otros apóstoles haciendo exactamente esto. Ellos quieren compartir la alegría y el nuevo significado que han adquirido a causa de su encuentro con el Señor resucitado. Como vemos en los Hechos de los Apóstoles, era un mensaje que no todos querían escuchar, con muchos de los principales líderes civiles y líderes religiosos tratando de eliminar este mensaje. Sin embargo, con el mandato de su misión y la verdad y el amor de Dios dirigiéndolos y guiándolos, no se detuvieron, incluso cuando fueron arrestados, castigados o encarcelados. Unieron sus sufrimientos y tribulaciones con la pasión y los sufrimientos de nuestro Señor resucitado.
Si hemos de seguir verdaderamente los pasos de estos primeros discípulos, proclamando nuestra fe en su plenitud, no siempre va a ser un camino fácil sin problemas y sin sufrimientos. Seguimos los pasos de todos los discípulos de Cristo que nos precedieron. Gracias a ellos, el mensaje de Cristo, el mensaje de verdad y de amor, sigue en el mundo.