En nuestra pagina de FACEBOOK, tenemos fotos de la Cuaresma y la Semana Santa del año pasado, cuando todas nuestras liturgias se transmitieron por Internet y ninguno de ustedes, los miembros de nuestra parroquia, pudieron asistir a esas liturgias en persona. Nunca antes habíamos transmitido nuestras misas por el INTERNET. Marcos García, un estudiante de secundaria, trajo su teléfono y comenzamos en este nuevo mundo de tecnología para nosotros. Ahora es un mundo completamente nuevo y una realidad completamente nueva. Nunca antes en nuestra vida habíamos experimentado una Cuaresma y una Semana Santa como lo hicimos el año pasado. Creo que todos estaríamos de acuerdo con esa afirmación. Las liturgias en persona y las actividades de la iglesia se suspendieron temporalmente en medio de las medidas extraordinarias en medio de una pandemia de salud mundial, eso no significó que la conmemoración y práctica de nuestra fe se detuviera por completo. El Año pasado, no canceló la temporada santa de Cuaresma y nuestra temporada más sagrada de Pascua.
Todavía este año seguimos con la pandemia. Yo estaba tan emocionado de poder tener la Cuaresma y la Semana Santa en persona este año. Pero, esa severa tormenta de hielo golpeó y yo estaba solo en la iglesia transmitiendo las misas y el viacrucis por el FACEBOOK LIVE. No tenía otra persona para grabar la Misa en mi iPad. Sin embargo, estamos llamados a mirar las bendiciones de nuestra fe en medio de nuestros sufrimientos, nuestras pruebas y nuestras tribulaciones. En medio de la lucha contra la pandemia, las promesas de Pascua por una nueva vida en Cristo tienen un nuevo significado. Nuestras experiencias en estos últimos doce meses nos brinde la oportunidad de mirar la vida en su contexto en una manera diferente, para ver la presencia de Dios y la presencia de la fe en el mundo de otra manera. Quizás dimos demasiado por sentado. Tal vez ahora en la pandemia podemos darnos cuenta que nada es segura, que queríamos cosas que realmente no necesitábamos. Tal vez con la pandemia, podemos examinar nuestra relación con Dios, nuestra relación con la Iglesia y nuestra relación con los demás. Al celebrar el Domingo de Pascua esta tarde, podemos reconocer cómo la Semana Santa y nuestra celebración de la Pascua nos da la oportunidad de reflexionar sobre nuestra realidad actual con los caminos y sufrimientos que Cristo soportó, desde la última cena con sus discípulos, hasta su camino a al cruz y su muerte, y luego a su resurrección. El Papa Benedicto XVI declaró: “No hay experiencia de Dios a menos que uno se aparte de los asuntos de la vida diaria." A veces, nuestra complicada realidad puede impedirnos mirar verdaderamente nuestra fe y la presencia de Dios en nuestra vida. Sin embargo, también nos damos cuenta de que sin nuestra experiencia de Cuaresma, sin mirar los sufrimientos y pruebas que soportamos, no habría celebración de Pascua para nosotros. No sería realmente Pascua y no tendría el mismo significado.
Hoy, en la celebración de Pascua, profesamos que Jesucristo ya no solo pertenece al pasado, sino que realmente vive en el presente y se proyecta hacia el futuro. Nuestra fe nos dice que la resurrección de Cristo resucitado es una realidad eterna en nuestras vidas. Así como las mujeres que encontraron el sepulcro vacío vislumbraron la realidad de la resurrección, así como los discípulos empezaron a aprender lo que significaba para ellos la resurrección de Cristo, nosotros también estamos llamados a contemplar esta realidad que Cristo trae al mundo: su victoria sobre pecado y muerte que nos trae nueva vida.
Las promesas bautismales que renovamos como una comunidad de fe en la Misa de Pascua nos llaman a abrazar los valores de fe y nos llaman a renunciar a aquellas cosas que nos alejan de Dios. De la muerte y la resurrección de Jesucristo y de las aguas del bautismo fluyen una visión que puede cambiar y puede desafiar la forma en que vivimos y nos relacionamos con el mundo. Lo que experimentamos esta noche en nuestra misa de la Vigilia Pascual debería inspirarnos a mirar nuestras viejas costumbres y vivir de una manera nueva centrada en Cristo. Estamos llamados a una fe revitalizada en esta temporada de Pascua, a estar vivos en el espíritu de Cristo: en el Cristo que compartió nuestra vida aquí en la tierra, que habló por los oprimidos, que sanó a los enfermos, que alimentó a los hambrientos y que murió para traernos la salvación. Este es el espíritu de Cristo que estamos llamados a compartir con nuestro mundo.
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