Como la semana pasada, hoy, escuchamos una parábola del Evangelio de San Mateo. En esta parábola, Jesús habla sobre la maldad y la bondad que existen en nuestro mundo. En la historia de nuestro mundo, siempre la gente pregunta: ¿Por qué existe el mal? ¿Por qué existe el sufrimiento? ¿Si Dios es poderoso, si Dios es omnipotente, como podemos entender nuestro Señor con la existencia de la maldad en el mundo? ¿Como podemos vivir como discípulos de Jesucristo, como podemos proclamar su Buena Noticia y el reino de Dios si tenemos estas preguntas? Si, hay otros mensajes en nuestro mundo que son más atractivos que el mensaje de nuestro Señor. No es fácil para ser fieles a nuestra fe si tenemos muchas preguntas, si no entendemos. Hay muchas voces diferentes en nuestra Iglesia Católica. ¿Como podemos ser fieles a la palabra de Dios y al mismo tiempo respetar los derechos humanos, respetar las opiniones de nuestro prójimo y tener tolerancia en nuestros corazones? ¿Como podemos reconocer la presencia de Dios en todos los mensajes y todo el ruido que tenemos en el mundo?
En la parábola que Jesús nos da en el Evangelio de hoy, el explica que el bien es al lado del mal por el mismo camino en nuestro mundo. El trigo crece en el campo al lado de la hierba mala. Pero, podemos entender en las enseñanzas de Cristo que el mal va a desvanecer al final del camino al final de nuestra vida con la fuerza de la bondad de Dios. En la parábola, cuando el trigo y la hierba mala empiezan a crecer, no puede reconocer cual es malo y cual es bueno. Puede decir que en nuestra realidad humana y en la realidad del mundo, el bien y el mal andan juntos. En el reino de Dios, necesitamos sembrar las semillas, necesitamos vivir con sinceridad. El mal va a crecer en nuestro mundo, por supuesto, pero podemos sembrar el bien donde hay el mal. Necesitamos tener confianza – confianza en Dios y confianza en nuestra fe. Necesitamos tener esperanza - la esperanza que hay la posibilidad de transformar nuestra vida y nuestro mundo - una transformación que debe veneer de Dios. Cuando empieza, la palabra de Dios es como una pequeña semilla – una semilla de mostaza - casi insignificante al inicio. Sembramos la bondad de Dios en su palabra al lado del mal que existe en el mundo. Cada uno de nosotros - cada seguidor de Jesucristo - debe decidir: ¿cual es la cosecha que vamos a escoger?
Para saber lo que es bien y lo que es mal, tenemos que recibir diaria el alimento que tenemos en la palabra de Dios. Es un alimento espiritual que entre en nuestros corazones como nuestra comida espiritual. En verdad, no somos jueces de nuestros hermanos y hermanas. Tenemos la llamada de fe de dejar el juicio para Dios. En lugar de juzgar, necesitamos sembrar y amar.
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