Hoy es el quinto domingo de la temporada de Cuaresma. Estamos en los cuarenta días en el desierto de anticipación y preparación para el final del viaje de Jesús. En verdad, es el camino de Cristo con su cruz, pero es el camino de nosotros también. Es el camino a la muerte y la resurrección de Jesucristo en la Pascua, pero es nuestro muerte con Cristo y nuestra resurrección también.
En nuestra lectura del Evangelio de Juan, Jesús está en la mitad de su ministerio y su proclamación del reino de Dios. Cristo llegaba al pueblo de Betania, donde vivían sus amigos, Marta, María y su hermano Lázaro. Hay una crisis muy grave en el pueblo de Betania. Lázaro ha muerto. Sus hermanas lloraba en la realidad de su muerte. Jesús lloraba con su amigas también. A veces, hay una crisis en nuestras familias: hijos enfermos, familiares alejados de la Iglesia, problemas con nuestro esposo o esposa, desempleo, violencia, depresión, conflictos en nuestras relaciones. Jesús llora con nosotros en la mitad de nuestra realidad de crisis. El nos visita en estos momentos en una manera especial. Hay muchos momentos de crisis en el mundo también, como desastres naturales, terrorismo, guerras, hambre, y pobreza. Jesús llora por las justicias que existen en nuestro mundo.
Probablemente nos sentimos atados en las circunstancias de nuestras vidas en este momento, en esta pandemia del Coronavirus que se está extendiendo por todo el mundo. Primero, era algo asociado con una provincia particular de China. Ahora, hay una situación terrible en países como Italia y España. Ahora, en los Estados Unidos y las comunidades de todo el mundo tratamos de enfrentar esta nueva realidad. Una amiga mía en Tupelo se quedó sin electricidad en su casa por un día. Ella dijo que se sentía culpable lamentando lo que estaba pasando en comparación con otros que estaban enfermos y luchando contra esta enfermedad. Se nos pide que nos limitemos y evitemos ponernos a nosotros mismos y a otros en riesgo. Podemos sentirnos obligados por los sacrificios que hacemos, pero en diferentes momentos de nuestra vida, estamos llamados a hacer sacrificios, ¿no es así?
Estamos en crisis ahora. Había una crisis en la vida de Jesucristo también. Su muerte en la cruz conmueve las fundaciones de la tierra, el punto de visita de la comunidad humana. Jesús nos abre los ojos al misterio de la vida nueva que tenemos en él, al poder de Dios. Jesús asumía nuestra condición humana en su totalidad cuando vivía aquí en la tierra. Jesús lloraba con Lázaro y él llora con nosotros porque nos ama. E. Nos ama como a su amigo Lázaro.
Jesús fue a la casa de Marta y María para tener una presencia con ellas, para conversar con ellas. Jesús lloraba con ellas porque amaba a Lázaro, pero su presencia fue verdaderamente consoladora y eficaz. Jesús le dijo a Marta: “Tu hermano resucitará”. Una palabra eficaz. Y una promesa para nosotros también. “Quiten la losa”, proclamó Cristo. “Lázaro, sal fuera.” “Desátenlo, para que pueda andar”, ordenó Jesús a la muchedumbre. Jesús despertó al amigo y lo devolvió a la vida, símbolo de su resurrección. Tenemos nuestra esperanza en Jesucristo, en su muerte y su resurrección.
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