Hoy es el cuarto domingo de cuaresma. Estamos en la mitad de nuestro camino cuaresmal. En dos semanas, entramos la semana santa con el domingo de ramos. Tradicionalmente, este domingo se llama “Laetare" de una palabra latin, debido a la antífona gregoriana del Introito de la Misa, tomada del libro del Profeta Isaías: Regocíjate, Jerusalén.
Podemos empezar hoy con el mensaje de Paul en su carta a los efesios: "En otro tiempo, ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz". En las tinieblas de nuestra vida, a veces, no podemos ver la luz de Cristo en su presencia. Tal vez, en la realidad sublime de nuestro mundo, podemos mirar las tinieblas del mundo. Los niños y los jóvenes no pueden ir a la escuela. Los supermercados no tienen muchas cosas. Tenemos much miedo porque no sabemos cuando esta crisis va a mejorar.
Este tema de la carta de San Pedro continua en el Evangelio. Dice: Antes eran ciegos - Ahora ven. En el Evangelio, Jesús vio un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: ¿quién pecó, el ciego o sus padres? ¿Quién tuvo la culpa de que naciera ciego? Nosotros, seres humanos, siempre buscamos razones par justificarlo todo. En verdad, siempre buscamos culpables para condenarles o responsables para premiarles. Podemos mirar esta realidad en la frecuencia de los juicios que tenemos en nuestra sociedad. Jesús ve la realidad de nuestro mundo con otros ojos, con los ojos de Dios, con los ojos de la fe. El nos dice que Dios no ve la ceguera como castigo por el pecado del ciego o de sus padres o de otra persona, sino como ocasión para manifestar la actividad salvadora de Dios. Cristo nos explica que él ha venido para hacer visibles las obras de Dios. Dios está en la ceguera y está en la curación. Dios está presente en todas las experiencias de nuestra vida.
Jesús, en su encuentro con el ciego de nacimiento en el Evangelio, realizó un signo de salvación. El realizó la obra de Dios, el trabajo de la compasión de Dios y el amor de Dios. Cristo nos explica que para Dios, no hay culpables; hay sólo personas que puede recibir salvación, personas destinadas a ver la gloria de Dios, personas llamadas a ver y a conocer a Jesús, nuestro salvador. Jesús, con un poco de barro y con su saliva, le untó los ojos del ciego y le mandó a lavarse a la piscina de Siloé. El ciego obedeció y vio. Se lavó y recuperó la vista y después, conoció a Jesús - conoció a Jesús desde la perspectiva de fe. Con cada pregunta que tuvo, el ciego respondió a las preguntas con más claridad sobre la identidad del que le había curado: "Ese hombre llamado Jesús". "Es un profeta". "Si ese hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada". Y finalmente - "Creo, Señor". El ciego empezó a ver con los ojos de la carne, y poco a poco, el podía ver con los ojos de la fe. Para nosotros y para el ciego, la fe es luz; la fe es visión; la fe es conocimiento y adoración. Sólo Jesús puede hacer este milagro de abrir los ojos para ver las cosas de Dios y las cosas del mundo con los ojos de Dios. En verdad, nosotros somos este ciego en el Evangelio. Estamos llamados a recuperar la visión de nuestra fe. Y nuestro camino cuaresmal puede ayudarnos para mirar nuestra vida y nuestro mundo con los ojos de fe.
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