Hoy, Jesús dice que él nos do un mandamiento nuevo – que amamos unos a los otros. Es un mandamiento muy claro y directo. En verdad, cada niño en nuestra parroquia puede explicar que primeramente, Dios es amor. Pero, sabemos, para implementar este mandamiento de amar, no es algo muy fácil.
Es importante para notar que Jesús no dio este mandamiento en un momento de ternura y tranquilidad de su viaje. Explicaba este mandamiento cuando comía con sus discípulos en la Ultima Cena. En este momento, Jesús preparaba a sus discípulos para la realidad de su muerte sobre la cruz. Explicaba que uno de sus discípulos le traicionará.
En respuesta, Judas salió en la mitad de la noche. Jesús declaró este mandamiento en esta realidad dura, mostrando que amamos unos a otros es mas que un sentimiento o un ideal. Es una llamada de acción que necesitamos hacer cuando Jesús salió a los cielos.
Escuchamos este mandamiento en el tiempo de Pascua, cuando nos reflexionamos sobre el Cristo resucitado. Tenemos la realidad de nuestro mundo también. No es un mundo de paz. Hay personas saliendo sus países como inmigrantes y refugiados, saliendo la violencia y la falta de oportunidades de sus patrias. No hay mucha tolerancia tampoco por personas con otras perspectivas y otras opiniones. Hay mucha ira y muchas ataques. Necesitamos tener el diálogo y la reconciliación, pero no hay mucho de eso.
En nuestra reflexión sobre el mandamiento de amar que Cristo nos da, podemos mirar muchas personas que no quieren los sufrimientos y los desafíos en su vida – piensan que son castigos por la parte de Dios. Pero, en la lectura de los Hechos de los Apóstoles de hoy, Pablo y Bernabé declaran que en su camino misionero arduo, sus tribulaciones son una parte integral de su camino al reino de Dios. Pablo y Bernabé dieron el honor y la gloria a Dios, agradeciendo a Dios por la manera que abre la puertas de fe para al la entrada de su Iglesia. El poder de amar según este mandamiento de Jesús no es imposible con el poder y la gracia de Dios moviendo en nosotros para ayudarnos.
Caminamos juntos como hermanos en la fe, para profundizar nuestra fe y para evangelizar a los demás. No hay algo mágico con este proceso – podemos hacerlo con dedicación y amor. Todo es una parte de nuestro camino de fe. Como Pablo y Bernabé, podemos ver la gracia de Dios en la realidad de nuestra vida y nuestra comunidad. Amemos unos a otros como Cristo nos amó.
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