Saturday, June 4, 2016

5 de junio de 2016 – décimo domingo del tiempo ordinario - Lucas 7, 11-17

       Los milagros eran una parte importante de la proclamación del Reino de Dios en el ministerio de Jesucristo.  En los milagros en los Evangelios, hay tres veces cuando Cristo levantó a una persona muerta a la vida.  El más famoso es el cuento de Lázaro en el Evangelio de San Juan.  Los Evangelios de Mateo y Marcos relatan el cuento de la hija de Jairo, un líder en la sinagoga.  Hoy, oímos acerca del hijo de una viuda en la ciudad de Naím.  En el caso de la resurrección de la hija de Jairo y de Lázaro, se le preguntó a Jesucristo específicamente para ayudarles.  Sin embargo, en el Evangelio de hoy, el escenario sucede de manera muy diferente. Jesús ve que la muchedumbre lleva al muerto a la puerta de la ciudad y la madre del muerto está llorando. Sin embargo, nadie se acerca a Jesús.  De alguna manera, Jesús sabe que esta mujer es viuda y que esto es su único hijo que ha muerto.  Jesús da lástima y compasión por ella.  Nadie reconoce que él es Jesús y nadie le pide ayuda, sin embargo, Jesús inicia este milagro y levanta el muerto a la vida.
        A menudo en los Evangelios, vemos que Jesús reconoce el dolor y la tristeza en la vida de la gente, que la gente necesita sanación en sus vidas.  Él tiene compasión para la viuda de Naím como la ve el dolor y la pena.  A veces, puede ser como el hijo de Naim en nuestra vida de fe.  A veces, estamos dormidos en la vida o como los muertos vivientes en lo que respecta a nuestra espiritualidad, viviendo en el piloto automático o simplemente haciendo los movimientos de la vida.  Tal vez necesitamos Jesucristo específicamente para despertarnos a la vida de fe.
         Por lo tanto, ¿cuáles son algunas maneras que tenemos que ser despertado en nuestras vidas?  Tal vez no queremos mostrar nuestro verdadero ser a Cristo.  Tal vez no queremos mostrar a Cristo y a nosotros mismos las dificultades y los desafíos y las tentaciones que tenemos en nuestra vida.  Pero no importa la forma en que tratamos de esconder estas cosas de Dios, Dios nos conoce y está ahí para ayudarnos. Podemos mirar la manera en que Cristo conocía a la viuda de Naím y su realidad sin ningún explicación. Dios sabe cuando estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo, pero sabe también cuando estamos en un vacío en nuestra vida.  Dios sabe cuando pensamos en cosas que un cristiano no debe pensar.  Dios sabe cuando estamos comprometidos a hacer lo que sea necesario para crecer en nuestra vida de fe.  ¿Escondemos algunas cosas a Dios porque nos avergonzamos? No debe ser como eso.  Dios es Dios – él puede tomar cualquier realidad que tenemos que darle. Pero tenemos mostrar la verdad a Dios en nuestro camino de fe.  Si no estamos auténtico con él, él no puede ayudarnos. 
        Es posible que tengamos que estar despertado de nuestro cinismo, de nuestra sarcasmo, de nuestro descontento – eso es otra manera que estamos dormidos en nuestra vida de fe.  ¿Ha notado que no es popular en nuestra sociedad para decir que estamos contentos en nuestra vida?  Así que muchos en nuestro mundo sólo quieren quejarse o destruir en lugar de ayudar a nuestro prójimo o mejorar algo.  A veces, alguien hace un comentario agradable para nosotros, y en lugar de responder en amabilidad,  respondemos en una manera sarcástica o con una broma.  Nos puede quedar atrapado en un círculo vicioso en el que nunca podemos encontrar la felicidad, para quedar en nuestro descontento.  Sin embargo, el salmista dice: "Te alabaré, Señor."  No importa dónde estamos en nuestro camino, tenemos razones para dar gracias. Podemos alabar al Señor y encontrar la paz en nuestros corazones. ¿Estamos criticonas en nuestra vida de fe en lugar de dar gracias?  
         En la definición propia de nuestra espiritualidad cristiana, la espiritualidad significa despertar. A veces no nos damos cuenta de la manera que estamos dormidos o que estamos muertos en nuestra vida.  Cuando dormimos en nuestra vida, es posible que nunca podemos comprender la belleza de la vida - la belleza que Dios tiene reservado para nosotros en nuestra existencia humana.  En nuestra vida de fe, Dios puede despertarnos si estamos abiertos a esta posibilidad.



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