Wednesday, April 2, 2014

4/6/2014 – Quinto domingo de Cuaresma – Juan 11,1-45

      Hoy es el quinto domingo de Cuaresma.  Estamos en los cuarenta días en el desierto de anticipación y preparación para el final del viaje de Jesús.   En verdad, es el viaje de Cristo con su cruz, pero es el viaje de nosotros también –  Es el viaje a la muerte y la resurrección de Jesucristo en la Pascua, pero es nuestro muerte con Cristo y nuestra resurrección también.
        En nuestra lectura del Evangelio de Juan, Jesús está en la mitad de su ministerio y su proclamación del reino de Dios.  El llegaba al pueblo de Betania, donde vivían sus amigos, Marta, María y su hermano Lázaro. Hay una crisis muy grave en Betania. Lázaro ha muerto. Sus hermanas lloran en la realidad de su muerte. Jesús llora con ellas también.  A veces, hay una crisis en nuestras familias: hijos enfermos, familiares alejados de la Iglesia, problemas con nuestro esposo o esposa, desempleo, violencia, depresión, conflictos en nuestras relaciones. Jesús llora con nosotros en la mitad de nuestra realidad de crisis.  El nos visita en estos momentos en una manera especial.  Hay muchos momentos de crisis en el mundo también, como desastres naturales, terrorismo, guerras, hambre, y pobreza.  Jesús llora por las justicias que existen en nuestro mundo.  Había una crisis en la vida de Jesucristo también. Su muerte en la cruz conmueve las fundaciones de la tierra, el punto de visita de la comunidad humana.  Jesús nos abre los ojos al misterio de la vida nueva que tenemos en El, al poder de Dios.  Jesús asumía nuestra condición humana en su totalidad cuando vivía aquí en la tierra.  Jesús llora con nosotros porque nos ama.  Nos ama como a su amigo Lázaro.
       Jesús fue a la casa de Marta y María para tener una presencia con ellas, para conversar con ellas.  Jesús lloraba con ellas porque amaba a Lázaro, pero su presencia fue verdaderamente consoladora y eficaz. Jesús le dijo a Marta: “Tu hermano resucitará”. Una palabra eficaz. Y una promesa para nosotros también.  “Quiten la losa”, proclamó Cristo. “Lázaro, sal fuera.”  “Desátenlo, para que pueda andar”, ordenó Jesús a la muchedumbre.   Jesús despertó al amigo y lo devolvió a la vida, símbolo de su resurrección.  Tenemos nuestra esperanza en Jesucristo, en su muerte y su resurrección. 

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