Thursday, February 2, 2012

2/5/2012 – Marcos 1, 29 – 39 – Quinto Domingo del Tiempo Ordinario


        La semana pasada, escuchamos la narración sobre Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, enseñando con autoridad y curando un hombre con un demonio.  Después de esta visita en la sinagoga, Jesús se fue a la casa de Simón y Andrés, donde Jesús encontró a la suegra de Simón.  Después de su encuentro con Jesús, quitó la fiebre de esta mujer.  La curación de los enfermos por la parte de Jesús es un signo muy importante de su proclamación del reino de Dios. 
         Y nosotros podemos entender la importancia de curación de las enfermedades en nuestra vida.  Hay enfermedades físicas, pero también hay enfermedades emocionales, morales y espirituales.  Necesitamos curación en todas de estos niveles de nuestra vida.  Pero, las enfermedades y la muerte son aspectos esenciales de nuestra vida, de nuestra identidad como seres humanos.  En mi papel como sacerdote, yo visito mucho los enfermos y los ancianos de nuestra parroquia.  Las curaciones de los enfermos que escuchamos en Los Evangelios significan en nuestra fe cristiana que Dios tiene misericordia y ternura para nosotros cuando estamos enfermos, cuando estamos sufriendo.  Jesús está con nosotros para decir que las tinieblas y las sombras y los dolores de nuestra vida tienen un sentido, un significado.  La llamada cristiana dice que necesitamos acercarnos a la cruz de Jesucristo, pero al otro lado de sus sufrimientos, hay su resurrección, hay la vida nueva que tenemos en El.  Porque estamos cerca del Tiempo de Cuaresma, cuando caminamos con Jesús a su viaje a la cruz, este mensaje en el Evangelio de hoy habla con claridad para nosotros. 
         Jesús se acerca a la suegra de Simón, una mujer enferma, en su curación de su enfermedad, en este signo del reino de Dios que está con nosotros.  Jesús se acerca a todas las personas que sufren, que abren sus corazones a su cruz y sus sufrimientos.  Necesitamos darnos cuenta que Jesucristo estaba presente en Israel en la encarnación cuando vivía aquí en la tierra, pero todavía Jesús vive con nosotros – El vive en nosotros. Como sus seguidores, tenemos confianza en Cristo, en su mensaje, en su viaje, en su presencia con nosotros, en su proclamación del reino de Dios.  

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