Tuesday, October 4, 2011

10/9/2011 – homilia del vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario — Ciclo A - Mateo 22:1-14


¿Cual es la importancia en las lecturas sobre un banquete que escuchamos hoy?   Primeramente, necesitamos recordar que el pueblo judío en el Antiguo Testamento y en tiempos de Jesucristo creía que solamente ellos se salvarían en su fe en Dios, que sólo los judíos serán capaces de recibir esta salvación.  Pero, en el mensaje que recibimos en el Evangelio de San Mateo, Jesús rompe esta illusion, y nos explica que la salvación está abierto a toda la humanidad.  La invitación de Dios a los judíos no es solo para ellos - es una invitación para los gentiles y para nosotros tambien.  Para muchos de los gentiles en tiempos de Jesús, ellos no tenían ninguna relación con Dios, y pensaban que no había una posibilidad de tener una relación con El. Y para muchas personas en el mundo de hoy día, la Buena Nueva de Jesuscristo es una auténtica novedad en sus vidas.  Para ellos no existe una historia enlazada con Dios en su camino.  Ellos tienen que buscar los caminos nuevos para relacionarse con Dios, pero, con frecuencia, ellos no conocen como pueden hacerlo.
Todos de nosotros somos invitados, pero algunos están mal vestidos, como los hipócritas, o como ellos que no están preparados para tener un encuentro con Dios, o como ellos que no pueden abrir sus corazónes a su mensaje divino.  El traje que llevamos en el banquete no signfica simplemente algo físico, pero tambien la condición de nuestros corazónes y la manera que vivimos en el espiritu del Evangelio.  Podemos reflexionar sobre la vida nueva y el espiritu que tenemos en nuestro interior, sobre el tiempo que dedicamos para cultivarlo.  Dios nos da esta invitación en los caminos y en la realidad de nuestra vida.  El da esta invitación a los pecadores, a los pobres de corazón, a ellos que nunca esperaban una invitación al banquete, al Reino de Dios.
Con la invitación que tenemos al banquete del Señor, necesitamos aprender que tenemos una vida nueva en El, que necesitamos cambiar nuestra vida, que no podemos vivir como antes nuestro encuentro con El. Con esta invitación, debemos vestirnos en santidad, en pureza, en obras buenas, y en solidaridad con nuestros hermanos.  Cuando vamos al encuentro con nuestro Señor, estamos en tierra santa.   

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