¿Qué debemos hacer en la vida aquí en la tierra para llegar a la vida eterna? Esta es la pregunta que le hace un maestro de la ley a Jesucristo en el Evangelio. Sin embargo, la intención del maestro en esta pregunta no era buena. Jesús le pregunta sobre lo que está escrito en la ley de Dios y él sabe responder propiamente. El maestro no pide ninguna aclaración sobre el amor que necesitamos tener para Dios, pero lo que no tiene claro es el amor que necesitamos tener para nuestro prójimo. Sucede lo mismo con muchos cristianos. Ellos tienen un aparente amor a Dios, pero en cambio, tienen problemas con su amor para su prójimo.
Los judíos de la época de Jesús también hablaban de su "prójimo", pero entendían como prójimo en una manera muy rígida - sólo a los judíos. Los "gentiles", los que no eran de la raza judía, eran despreciados y en los margines de la sociedad judía. Jesús rompe este punto de vista exclusivo. El amor que Jesús nos trae es más universal que las exclusiones que hacemos como seres humanos. Cristo es el Gran Maestro: para él, el prójimo es cualquier ser humano, especialmente los más débiles, los mas pobres, los inmigrantes, los extranjeros, los prisioneros, los enfermos, y los más necesitados del mundo.
En la fe, no es suficiente que amamos al prójimo en nuestro corazón. Es necesario hacer algo provechoso y generoso por nuestro prójimo en nuestras acciones y en nuestras palabras. El Evangelio de Jesucristo es una constante provocación a las acciones que necesitamos hacer para nuestro prójimo. Si nos quedamos en la belleza de la parábola del Evangelio este domingo, podemos olvidar el mandato final de Jesús en esta enseñanza: "Vete pues y haz tú lo mismo."
En verdad, ser cristiano es creer en Dios y en los demás, es amar a Dios y a los demás. Hay una pregunta para cada uno de nuestros en la luz de las acciones del Samaritano en nuestro Evangelio: ¿Qué puedo hacer por los demás? No es algo complicado para poner en practica la lección de esta parábola. Tal vez, es una acción muy sencilla que tenemos en la llamada de nuestra fe. Tal vez Dios nos pide para dar una sonrisa a alguien triste o abandonado, para disculpar y perdonar nuestro hermano, para escuchar más que hablar, para orar constantemente por los demás, para denunciar la injusticia en nuestra sociedad y ser justo en la vida.
El Reino de Dios pasa siempre por el encuentro con nuestro prójimo, con los demás, porque no vivimos nuestra fe solitos. Cada cualidad del Reino de Dios que Jesús nos trae en la fe siempre hace referencia a los demás: paz, gozo, alegría, justicia, amor, y misericordia. Entonces, necesitamos contestar esta pregunta: ¿Qué papel tiene el prójimo en mi vida de fe?
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