Como cristianos, creemos en Dios de revelaciĆ³n. Dios se nos revela en maneras diferentes. En diciembre y en enero en nuestras Misas, Dios se ha revelado a travĆ©s de Jesucristo de maneras diferentes. En la Misa de Navidad, Dios se revelĆ³ en el nacimiento de JesĆŗs, de este humilde niƱo nacido en un pesebre. Dios se revelĆ³ su solidaridad con toda la humanidad, ya que JesĆŗs naciĆ³ como uno de nosotros. Dios se revelĆ³ en JesĆŗs a los viajeros gentiles de Oriente, los Reyes Magos, que venĆan de una parte remota del mundo. Con alegrĆa y gozo, los Magos vinieron a adorar al niƱo Jesucristo y traerle regalos preciosos. El domingo pasado, Dios se revelĆ³ en el bautismo de Jesucristo en el rĆo JordĆ”n cuando el EspĆritu descendiĆ³ sobre Ć©l, con una voz que clamaba desde los cielos, llamando a JesĆŗs el Hijo amado del Padre, en quien el Padre tiene complacencia. Este domingo, en las Bodas de CanĆ”, Dios se revela en JesĆŗs a travĆ©s de la primera seƱal de su ministerio pĆŗblico y su proclamaciĆ³n pĆŗblica del reino de Dios.
En el Evangelio, JesĆŗs convirtiĆ³ el agua en vino en el banquete de las bodas de CanĆ”. En el Antiguo Testamento, Israel era visto como la novia de Dios, lo cual se describe en la primera lectura de IsaĆas. En el Nuevo Testamento, la Iglesia, la comunidad cristiana, a menudo se representa como la novia de Jesucristo. Cuando deseamos celebrar una ocasiĆ³n alegre, como una boda, un cumpleaƱos, un aniversario o una graduaciĆ³n, generalmente nos sentamos juntos para comer juntos un gran banquete como parte de la celebraciĆ³n. Podemos imaginar nuestra vida con Dios, nuestra vida con Jesucristo, tambiĆ©n, como banquete gozoso. Tantas veces en las Sagradas Escrituras, vemos a Jesucristo compartiendo la comida con otros, a veces con aquellos que normalmente estarĆan excluidos de un banquete tan grande, como los pobres, los marginados, los extranjeros, los pecadores y aquellos que la fe judĆa vio. como inmundo.
Las Bodas de CanĆ” nos recuerdan la comida que celebramos juntos cada vez que tenemos la Misa. En la EucaristĆa, nos reunimos para celebrar con el cuerpo y la sangre de Cristo alrededor de la mesa del SeƱor, para participar de esta comida y bebida celestial. B. SĆ, la EucaristĆa es sacrificio, pero la EucaristĆa tambiĆ©n es comida de celebraciĆ³n. Falta algo esencial en la comprensiĆ³n de la EucaristĆa si llegamos y la vemos como una experiencia aburrida, si perdemos el aspecto de alegrĆa, celebraciĆ³n y acciĆ³n de gracias que es parte de la EucaristĆa. No debemos mirar la Misa como una obligaciĆ³n aburrida o una penitencia. Eso es lo contrario de lo que es la EucaristĆa. En el centro de la EucaristĆa, celebramos todo lo que Dios ha hecho por nosotros a travĆ©s de su Hijo, Jesucristo, a travĆ©s de la vida, las enseƱanzas, el sufrimiento, la muerte y la resurrecciĆ³n de Cristo, todos los cuales son signos del gran amor de Dios por nosotros.
En la primera carta a los Corintios en la segunda lectura, San Pablo nos recuerda el gran tesoro de dones que Dios ha dado a cada persona. Estos dones no son simplemente para ser usados por nosotros mismos y para nuestro propio beneficio individual. A travĆ©s de estos dones, podemos hacer nuestra propia contribuciĆ³n Ćŗnica a nuestra comunidad cristiana y a nuestros hermanos en la sociedad. Estos dones nos permiten ser el Cuerpo de Cristo, como individuos y como comunidad. AsĆ como celebramos el don de la EucaristĆa en el AƱo de la EucaristĆa en la DiĆ³cesis de Jackson, tenemos mucho que celebrar y estar agradecidos con muchas personas que han usado sus dones para ayudarnos en nuestro camino de fe. Usar nuestros talentos juntos nos ayuda en nuestra celebraciĆ³n de la EucaristĆa, sin duda. El tono de la celebraciĆ³n de la EucaristĆa podrĆa realzarse si mĆ”s de nosotros usĆ”ramos nuestros dones y talentos para el mejoramiento de la comunidad y para contribuir a la celebraciĆ³n eucarĆstica.
No podrĆa hablar del Evangelio de las bodas de CanĆ” sin hablar sobre MarĆa nuestra Madre y la Madre de Jesucristo. Un amigo sigue recordĆ”ndome que cuando lo conocĆ por primera vez, me preguntĆ³ si tenĆa devociĆ³n por nuestra Madre MarĆa. Le respondĆ: "Claro que sĆ. Todos los sacerdotes estamos llamados a tener una fuerte devociĆ³n a MarĆa". Realmente mi amigo amaba esa respuesta. Es a travĆ©s de la compasiĆ³n y la conciencia de MarĆa que JesĆŗs se da cuenta de que se estĆ”n quedando sin vino en la boda. Pero MarĆa tambiĆ©n nos seƱala algo mĆ”s: al interpretar el Evangelio, podemos ver a MarĆa como representante de la Iglesia. AsĆ como JesĆŗs respondiĆ³ a la fiesta de bodas a travĆ©s de MarĆa, JesĆŗs viene a menudo a nosotros a travĆ©s de MarĆa ya travĆ©s de nuestra comunidad cristiana. La Iglesia y nuestros hermanos en Cristo nos ayudan a acercarnos a la plenitud de vida en nuestra fe. Entonces, mientras volvemos al ritmo del Tiempo Ordinario, mientras nos alimentamos continuamente de la EucaristĆa y continuamos nuestro camino de fe, veamos nuestra vida como fe como un don de Dios que se transformarĆ” continuamente en el mejor vino.