Wednesday, October 23, 2019

27 de octubre de 2019 – trigésimo domingo del tiempo ordinario – Eclesiástico 35:15-17, 20-22 , Salmo 34,2-3, 17-18, 19, 23; Lucas 18,9-14


    Cuando trabajaba como misionero en Canadá, trabaja en un comedor en la cuidad de Winnipeg.  En este comedor, la gente de calle podía comer gratis. Mi primera vez allí cuando empecé mi trabajo, estaba durante la celebración de Navidad.  El comedor estaba lleno de gente.  El himno preferible para ellos era “Amazing Grace” – “Sublime Gracia.”  Este grupo de prostitutas, personas de la calle, y drogadictos cantó – “Amazing grace, how sweet the sound, that saved a wretch like me.  I once was lost, but now am found, was blind, but now I see.”  En español -  “Sublime Gracia del Señor, un sonido muy dulce, que a un infeliz como yo salvó, Fui perdido, pero ahora me halló. Era ciego, pero ahora puedo ver.” Los miembros de este grupo era las personas mas humilde en la sociedad. Ellos estaban a los margines a la sociedad.  Ellos vinieron a Dios en su pobreza y en su humildad, en las circunstancias duras de su vida.  Me quedo atónito como ellos alababan a Dios con mucho gozo en la mitad de su miseria y sus sufrimientos y sus desafíos. 
     El salmista dice hoy en el salmo 34 – “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.”  Pero, ¿que significa esta frase?  Si Dios nos escucha, en verdad, ¿él va a eliminar nuestros problemas?  Tal vez, tememos la respuesta de esta pregunta en la primera lectura del libro de la sabiduría de Sirácide.  El hombre Sirácide, un maestra de la filosofía y de la palabra de Dios, vivía en Egipto dos siglos antes del nacimiento de Cristo. Sus alumnos eran de la familias ricas, pero Sirácide explicaba a estos chicos que Dios no escuchaba sus oraciones automáticamente porque eran privilegiados.  Según Sirácide, Dios escucha específicamente a los pobres porque Dios tiene una ternura especial para ellos en su humildad y en sus sufrimientos.
    Tenemos la llamada de venir a Dios en nuestra pobreza del espíritu.  Es decir que no debemos tener un sentido de soberbia como el fariseo en el Evangelio.  Si tenemos el foco siempre en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, en nuestro sentido de derecho, no podremos mirar las maneras que Dios trabaja en nuestra vida.  No podremos abrir el corazón a su gracia.  Cuando venimos a Dios en nuestras oraciones con humildad, podemos darnos cuenta que todo empieza con él, podemos darnos cuenta que nuestra bondad viene de El, la fuente de la bondad en la creación.  En nuestra humildad, podemos darnos cuenta que sin la gracia de Dios y sin el Espíritu Santo, no podemos hacer nada en nuestro camino de fe.  
     Podemos reflexionar sobre el grito de los pobres que debemos escuchar en la humildad de nuestra fe como discípulos de Cristo.  Podemos reflexionar sobre el mes de octubre – el mes del respeto de la vida, el mes de las misiones y el espíritu misionero de la Iglesia, el mes del rosario.  Podemos recordar la humildad del publicano en el Evangelio de hoy, con la humildad que él puso en las manos de Dios, con su rendición a la voluntad de Dios. Podemos orar esta tarde que nosotros podemos buscar la voluntad de Dios como lo hizo el publicano.  Y que podamos pasar estas bendiciones a nuestro prójimo en un espíritu de humildad y de ternura. 

No comments:

Post a Comment