Sunday, September 15, 2019

22 de septiembre de 2019 – homilia del Vigésimo quinto domingo del tiempo ordinario - Lucas 16:1-13


     Muchas veces, el Evangelio tiene un mensaje que es muy directo y muy sencillo para entender. Pero, a veces, el mensaje del Evangelio es un desafío y es muy difícil para comprender.  Es la situación con el Evangelio este domingo. Hay un administrador infiel en este Evangelio.  Jesús nos pone este ejemplo no para que sigamos sus pasos de injusticia, engaño, y decepción.  Lo que nos quiere ver es la astucia y la sabiduría que mucha gente del mundo pone en sus negocios e sus intereses.  La dedicación de muchas personas a conseguir bienes materiales muchas veces puede ser un obstáculo que nos impida llegar a los bienes de Dios.  No podemos olvidar esta lección en nuestro camino de fe.
      Nosotros, como seguidores de Cristo, tenemos que plantearnos el papel del dinero en nuestra vida.  Hay algunos que lo satanizan, otros lo divinizan, pero estos dos enfoques no son correctos.  Hay que poner el dinero en el proprio puesto en nuestra vida.  Necesitemos el dinero en muchos sitios y muchos aspectos de nuestra vida.  Podemos hacer muchas cosas buenas con el dinero en nuestra vida, pero no necesitamos tenerlo como el centro de nuestra vida, como el centro del interior de nuestro corazón.
      Cuando vivimos apegados a las riquezas materiales, podemos olvidar con facilidad de las otras riquezas más importantes en nuestra vida: especialmente para ser hijo o hija de Dios; para vivir una vida de fe; y para luchar por la dignidad de nuestro prójimo.   Ante esto, el Evangelio nos pone de atención y nos hace preguntar:  ¿por qué hay tantos cristianos que tienen tan poco entusiasmo en sembrar el Mensaje de Jesucristo en el mundo y tanta urgencia para las cosas materiales?
      El administrador en la parábola del Evangelio convierte a los deudores de su patrón en amigos suyos.  Para las cosas del mundo, para ganar los tesoros terrenales, la gente sabe moverse y hace muchos sacrificios.   En los negocios del mundo, las ganancias son temporales; pero, en las cosas de Dios las ganancias son eternas.
      Es verdad - con dinero podemos hacer mucho bien o mucho mal, depende el uso que tenemos.  Y con este asunto, necesitamos hablar sobre el dinero que damos a Dios y a nuestra Iglesia. Que hacemos como una Iglesia es dependiente de la colecta que recibimos cada semana.   Una parroquia como nosotros, tenemos muchos gastos para funcionar cada semana.   Cada uno de nosotros como discípulos de Cristo tiene la obligación de contribuir a nuestra parroquia. Podemos mirar en nuestros corazones para preguntar si contribuimos lo que es suficiente a Dios y a su Iglesia. 

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