Jesús y sus discípulos quieren ir a un lugar
solitario para descansar. Pero, la muchedumbre quiere seguir. La muchedumbre tiene hambre – hambre de comer –
hambre en otros sentidos también. Jesús se da cuenta que la muchedumbre tiene mucha
hambre. Con su milagro de la multiplicación de los panes
y los peces, Jesús y sus discípulos pueden dar comida a la muchedumbre
hambriento. La gente coge toda la comida que quiere – y mucha
comida de sobra. En este milagro, la muchedumbre se da cuenta que
Jesús es el profeta verdadero de Dios – él está presente con ellos en su
realidad y en su proclamación del reino de Dios.
Venimos a Jesucristo – venimos a la Iglesia - por razones diferentes en nuestra vida por
supuesto. A veces venimos a Jesucristo en una manera
egoísta, sólo de pensar en nosotros mismos. Ayer, el sábado 25 de julio, celebramos la fiesta
de Santiago el Mayor, el patrón de nuestra parroquia aquí en Tupelo. En muchas maneras, en el Evangelio, podemos mirar
la realidad de Santiago ya su hermano Juan. Los valores del mundo – los valores temporales – estaban al entro de la
vida de Santiago cuando entraba en el grupo de discípulos de Cristo. Santiago y su hermano Juan querían tener el
puesto del poder al lado de Cristo.
Querían tener el puesto más importante y más apreciado en el grupo de
discípulos. Por la parte de Cristo, Santiago y su hermano Juan
tenían el sobrenombre “los hijos del trueno,” un apodo que ganaban probablemente
de su temperamento ardiente. Sabemos el resto de la historia de la vida de
Santiago y su discipulado. Santiago fue obedientemente a España como
misionero, donde encontraba muchas dificultades. Regresó a Jerusalén humillado y derrotado, donde
fue el primer apóstol martirizado por la fe. La Buena Nueva de Jesucristo tiene el poder de
transformarnos, como la transformación que miramos en la vida de Santiago el
Mayor. El Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos alimenta
cada vez que nos reunimos alrededor de la mesa del Señor tiene el poder de
transformarnos. En esta transformación, podemos vivir como
siervos a Dios y siervos a nuestros hermanos, podemos vivir como testigo de los
valores de Cristo y su ministerio, y podemos servir como levadura en un mundo
que lo necesita urgentemente el mensaje del Evangelio.
En efecto, existe una tensión en nuestra vida de
fe entre lo temporal y lo divino - entre las cosas que son de la tierra y las
cosas que son de Dios. Nosotros como cristianos vivimos en la realidad
del presente y de nuestra existencia terrenal, pero nuestros ojos se fijan en
la vida eterna que tenemos en nuestro Señor. Nuestra misa es la fuente y cumbre de nuestra
vida como católicos, pero necesitamos vivir la Eucaristía en nuestra vida
diaria como parte de nuestra fe. Llegamos a cabo en las obras de caridad y
misericordia. En nuestra parroquia, ayudamos a los necesitados
y en nuestra comunidad y en el mundo. Nuestro pan de cada día llega a alimentar nuestra
hambre espiritual. Nuestro pan diario alcanza para alimentar a nuestras
necesidades terrenales y nuestra hambre física.
Santiago, el patrón de nuestra parroquia,
trascendió su necesidad de poder y significado en un sentido terrenal para
convertirse en siervo del Señor que voluntariamente sacrificó su vida por el
Evangelio. El pan del cielo y de la Palabra de Dios que le
dio de comer lo transformó a Santiago en un verdadero discípulo de Cristo. Nosotros, como discípulos de Cristo, necesitamos
seguir en sus pasos.
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