Este fin de semana, celebramos el sexto domingo de pascua en nuestro año litúrgico, pero hoy celebramos otras ocasiones importantes también. Hoy también a las 8:30 de la mañana, tuvimos nuestra misa de la primera comunión con los niños de nuestra parroquia. Celebramos con estas familias con mucha alegría.
Con estas celebraciones, tenemos una lectura en el Evangelio muy profunda, cuando Jesús nos da el mandamiento de amarnos unos a otros. Pero Jesús no nos llama a una clase ordinaria de amor: el amor unos a otros de la misma manera que él nos dice que nos ama. No es un amor romántico o superficial, sino más bien un amor que el idioma griego llama “AGAPE”: un amor que busca el mayor bien de otra persona. El amor “AGAPE” no sólo viene de nuestras emociones, sino más bien fuera de nuestra mente, nuestro intelecto, y todo nuestro ser. El amor AGAPE es un amor que está íntimamente involucrado en las necesidades de cuidado de la otra persona, un amor que no depende de estar correspondido o ganado. Jesús nos llama a un amor con el meta del bien de la otra persona, no importa las molestias y los sufrimientos. Jesús es el modelo de este amor, dispuesto a dar su vida en la cruz en su amor por nosotros.
Nuestra primera lectura es el complemento del mensaje de Cristo en el Evangelio. Escuchamos sobre el Espíritu Santo que vino a la multitud. El Espíritu bautizó muchos gentiles en la fe este día; muchos de ellos recibieron los dones el Espíritu este día. Muchas personas en la Iglesia Antigua pensaba que primeramente que uno tenía que ser judío antes de entrar en el camino de Jesucristo, pero la acción del Espíritu en la comunidad cambiaba sus mentes y sus corazones, abriendo el camino de Jesús por estas personas. En dos semanas, vamos a celebrar Pentecostés, la venida del Espíritu Santo en el mundo. El Espíritu Santo trabaja en nuestras vidas en muchas maneras. El Espíritu puede trabajar a través de otras personas en nuestras vidas también. Quiero contar una historia que involucró a mi propia madre y el Espíritu Santo.
Recibir a Cristo en la Eucaristía, caminar como discípulos de Cristo en nuestro camino y celebrar la presencia de Cristo resucitado con nosotros durante la temporada de Pascua, todo esto nos llama a una vida de santidad. El Papa Francisco en la nueva exhortación apostólica "Gaudete et Exsultate" (en español: "regocíjate y aliéntate") declara que todos nosotros estamos llamados a la santidad como discípulos de Cristo. La santidad no es solo una noble virtud que solo un obispo, un sacerdote o un miembro de una congregación religiosa puede obtener, que solo podemos obtener retirándonos de nuestra vida cotidiana. Según el Papa Francisco, todos nosotros estamos llamados a ser santos viviendo nuestras vidas con amor y dando testimonio en todo lo que hacemos. Que siempre escuchemos esta llamada a la santidad en nuestras vidas.